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El exilio interno: del conurbano a Vaca Muerta

El exilio interno en primera persona. Dejar parte de la historia y avazar en busca de un futuro mejor. El ADN industrial que vive en el conurbano ya tiene anclaje en Vaca Muerta.

Por: Nicolás Rzonscinsky
3 de junio de 2023

Las historias de migrantes trabajando en el petróleo se reproducen, como un fractal, desde hace poco más de una década. Un trabajo registrado, industrial y un buen sueldo, en el contexto de una economía golpeada por las crisis, atraen a una gran cantidad de trabajadores de todo el país. Entre ellos se destaca el conurbano, con su historia industrial a cuestas.

Entre 2013 y 2023, el sector privado neuquino creó más de 30mil puestos de trabajo nuevos, un crecimiento del 30% que contrasta con un país que en promedio creció aproximadamente 0. Los especialistas consideran que no es equivocado asignar todo ese crecimiento al sector hidrocarburífero y los servicios aledaños.


José Luis es de La Tablada. A principio de 2014 vivía en Capital Federal, trabajaba como mecánico de máquinas mineras y viajaba por el país. Los problemas de seguridad habían sembrado en él la idea de "irse al interior". En una charla con un amigo con el que alguna vez había trabajado, surgió la posibilidad de probar suerte en Neuquén. Dos palabras empezaban a sonar: Vaca Muerta.


Le dijo a su mujer, con la que tiene cuatro hijos, y a ella, claro, "mucho no la convenció", de todos modos se mandó. Fueron tres meses de trabajar 28 días entre 12 y 14 horas. Un imposible. Pero pudo y vio un lugar donde todo empezaba y el trabajo era abundante: "Todavía nadie sabía cómo se hacían las cosas, estábamos todos aprendiendo, hoy la historia es otra".


José Luis llegó a Cipolett a principios de 2014. Foto: Fabián Ceballos.


Sergio es de San Justo, tiene 44 años y también cuatro hijos. Supo de Vaca Muerta por los medios de comunicación, "cuando escuchaba sobre los barriles de crudo pensaba que abrían un grifo, salía el petróleo y llenaban los tachos".


Tenía un oficio antes de venir "yo estudié en la escuela Casal Calviño, soy técnico mecánico, matricero de oficio y diseñador industrial". Tuvo varias ofertas previas, pero se terminó de definir en 2014, "cuando la industria automotriz se empieza a ir a pique" allí le llegó otra, y esta vez, aceptó.


Quien llega a Vaca Muerta carga su historia y deja parte de su pasado, sus pertenencias y su familia, atrás.


José Luis vendió la casita de la Tablada y empezó a pagar el alquiler de una casa en la Ciudad de Buenos Aires para su compañera de vida e hijos. Mientras, él vivía en Cipolletti en una habitación mínima, con apenas una cama y un anafe.

Así estuvieron un año, hasta que pudo trasladar a la familia, ahí dejó de ser uno solo y empezaron a ser seis. Sin red familiar y con la escasa red social que se puede tejer en un año de trabajo a destajo: "A veces eran 20 o 25 días fuera de casa, los chicos se enferman, uno está lejos. Sin el apoyo de mi mujer hubiera sido imposible".



Sergio vivía en San Justo y en 2015 llegó a la Patagonia. Foto: Fabián Ceballos.



Sergio llegó en abril de 2015, y se instaló en la casa de un amigo petrolero. Luego, cuando la familia de su amigo llegó se mudó a un hostel. Mientras tanto, su familia seguía en Buenos Aires: "Yo iba y venía, pero la empresa me exigió que me radique acá. Tuve que pedir que me esperen hasta el verano para conseguir casa y colegio para mis hijos".


La familia llegó, pero toda su red quedó en La Matanza. "El primer año, en cada franco viajábamos a Buenos Aires. Después eso se fue espaciando, íbamos cada dos meses, cada cuatro, cada seis". Hoy vuelve una vez por año. La mujer y sus hijos hacen un viaje más en invierno.


En un plato de la balanza hay trabajos extenuantes, con regímenes complejos. En el otro, lo que tienta, el nivel de sueldos de los trabajos industriales y, también, la estabilidad. Pero, se sabe, no todo lo que brilla es crudo.


Cuando José Luis y su familia llevaban 5 años, ya tenían una red de amigos y estaban en plena construcción de su casa con un crédito inmobiliario. La situación parecía acomodarse. Entonces llegó la pandemia y se paró en seco la industria. Todos a casa, los autos quietos. La capacidad instalada de almacenaje colapsó.


"Tuvimos que quedarnos en casa cobrando el 40% del sueldo. Los primeros 4 meses pudimos aguantar, después empezamos a comernos los ahorros, cuando se terminaron empezamos a recortar gastos por todos lados. No somos de salir a comer afuera o tener grandes gastos, fue dificilísimo. Por suerte cuando terminó la pandemia, el trabajo arrancó con todo".


"Yo nunca pensé que iba a salir de San Justo" dice Sergio, "es el lugar donde me crié, salía a la calle y conocía a todo el mundo. Acá la gente es un poco más cerrada, más fría, no existe eso del barrio donde te conocés con la gente de toda la vida. Cuesta hacer lazos, eso hace que uno extraña".


Hoy, instalado con casa propia en Cipolletti, Sergio sufre la distancia: "Se extraña mucho, nosotros somos ocho hermanos, mi mamá y mi papá. Intento ir una vez por año, pasamos las fiestas y nos quedamos 20 días más".


Las raíces, y la capacidad de generar redes de contención es, también, una complicación sobre todo en los primeros años, y en algunos casos más allá.


José Luis tiene seis hermanos y su papá en Buenos Aires, dice que más allá de las dificultades no se le cruza por la cabeza la idea de volver, y asegura que "la calidad de vida es mejor acá, y ya estamos instalados". Pudo comprar su casa y cree que es un buen lugar para vivir y ver crecer a sus hijos.


Sergio no está convencido, este año evaluó ofertas de trabajo en Buenos Aires "no volvería al conurbano, la inseguridad está terrible, pero sí me iría a Capital".


No hay en el horizonte ningún motivo que muestre un freno a esta tendencia que empezó hace más de 10 años en Neuquén. Vaca Muerta sigue viva. Todo parece indicar que las historias de José Luis y Sergio se repetirán en esta tierra que cada día recibe personas de todo el país, muchas de ellas del conurbano, con el sueño de un trabajo bien pago, una casa propia, y la posibilidad de que la próxima generación esté mejor que la actual.

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