Cultura
Los Macocos, el icónico grupo de teatro argentino, celebra 40 años de ingenio escénico y de reflexiones profundas. Su última obra, 'Maten a Hamlet', reinventa el clásico de Shakespeare con su inconfundible estilo humorístico y crítico, recordándonos por qué el teatro en vivo es una experiencia humana insustituible en la era digital
Por: Eugenia Tavano
23 de septiembre de 2023
Si William
Shakespeare es un clásico de la literatura universal, Los Macocos ya son un
clásico del teatro argentino. Y eso es así, por más que el grupo que está a un
tirón de cumplir 40 años en la escena haya empezado alejado del canon, y
haciendo de su desenfado, además, una declaración de modestia; nada de
categorías solemnes, nada de términos rebuscados: el cuarteto que desde 1985
integran Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts se
autodefine como "banda de teatro".
No hace falta decir lo que la cronología canta: Los Macocos están juntos desde que eran pibes. Estudiaban en el - por entonces - Conservatorio Nacional de Arte Dramático, hoy devenido parte de la Universidad Nacional de las Artes. Ese espíritu casi escolar está ahí, incluso en esta entrevista en que les toca hablar de Maten a Hamlet, su último espectáculo, dirigido por Sebastián Irigo (quien también participó de la dramaturgia), que en su cuarta temporada presentan los viernes y sábados en el Centro Cultural de la Cooperación. En el ida y vuelta de la charla, los guiños, los chistes, son parte de la cuestión, porque ser o no ser un cómico es cosa seria y definitiva. Y quien lo dude, que vaya a ver con qué soltura y humor, después de haber creado más de 20 espectáculos, desarman la maravillosa tragedia del bardo inglés para transformarla en otra "macoqueada".
Marcelo Xicarts y Daniel Casablanca. Fotos: Silvana Colombo.
- Después
de tantos años juntos y de varias reposiciones de sus obras históricas, se
sentaron a escribir una nueva. ¿Por qué Shakespeare, y por qué Hamlet?
Daniel
Casablanca: Gabriel (Wolf) trajo la idea de hacer Hamlet porque es el clásico de clásicos. Y hubo algo previo a esa
decisión, y es que veníamos con la idea de trabajar un espectáculo de terror. Pero
no le encontrábamos bien el color, teníamos unos números, improvisamos, pero no
terminaba de cerrar. Y Hamlet tenía
fantasmas. Entonces encontramos ahí algo de aquello otro.
Martín Salazar: Es muy interesante cómo empieza la obra original. Sucedió algo parecido cuando hicimos Don Juan en el Cervantes: en ese caso, sí se trató de una versión del clásico. Pero Maten a Hamlet no es una versión, sino que hacemos otra obra que atraviesa Hamlet. Pero las dos empiezan como un policial, con diálogos del estilo "¡¿Qué pasó?!" Hay gritos, corridas, y es muy lindo arrancar con un montón de acción. Y después claro, es hermoso laburar con Hamlet.
Martín Salazar y Gabriel Wolf. Fotos: Silvana Colombo.
-En
esta obra, unos pobres bufones trashumantes llegan al castillo de Elsinor,
donde se involucran en los hechos que se cuentan en Hamlet, donde a su vez, se representa otra obra... ¿Por qué sumaron
una capa más a ese efecto de "caja china", de la obra adentro de la obra?
Gabriel Wolf: Cuando hicimos la lectura y
apareció Yorick, la calavera, como bufón (se refiere al personaje del cual
desentierran su calavera en el acto quinto de Hamlet, N. de R), dijimos: bufón, género puro, clown. Empezamos a
unir todo eso y a ir para atrás en lo que imaginábamos. Entonces, se nos
ocurrió que Yorick tenía un sobrino, que es uno de los personajes que aparecen
en Maten..., y ahí se armó ese efecto
como de "mamushkas".
D.C: Con Los Macocos siempre reiteramos
como tema la vida del actor, la vida del pobre actor. Pensar que hay una
compañía que está muerta de hambre y un día viene alguien y les dice: 'Che, nos
llamaron del castillo de Elsinor, vamos a ganar bien'". Y después no pueden
terminar la obra, hay lío, gritos: la pesadilla del actor.
M.S: Hay otra cosa que tenía que ver con el bufón. En la obra de Shakespeare, Yorick es el único que le da amor a Hamlet. Fuera de eso, se trata de una obra de desamor total: ni él quiere a su prometida, ni el padre, ni el hermano de la prometida de Hamlet la quieren a ella; Hamlet tampoco quiere a su madre; y al padre no lo conoce porque siempre estuvo en la guerra, y si bien lo admira, tiene que cargar con esa condena del mandato patriarcal de cobrar venganza por él. Al final, nadie lo quiere a Hamlet, ni nadie se quiere en la obra. En definitiva, el único que le da a mor es el bufón. Nosotros estábamos en plena pandemia y aparecieron estos tipos, los personajes que armamos, que salían de una peste para volver a hacer teatro. Siento que esos bufones que encaran la obra éramos nosotros, saliendo de la peste de la pandemia.
Marcelo Xicarts: Es una experiencia muy
humana, de las pocas que quedan, y en las que se puede participar. También el
fútbol, quizás. Por eso, cuando surge eso de que 'se va a terminar', y aparece
el tema de la inteligencia artificial con la que supuestamente uno va a poder
escribir una película utilizando las caras de los actores que quiera, con el
teatro eso no va a suceder: el teatro es el ritual. Uno, cuando da clases,
habla también de un compromiso. Uno tiene que lograr que la gente tenga ganas
de volver al teatro. No sólo que le guste el espectáculo, sino que le den ganas
de ver otras cosas. Es una responsabilidad que este trabajo implica.
D.C: También hay una gran cultura
rioplatense. Cuando uno habla de cultura teatral, no está hablando tanto de
actores, como de espectadores. El grotesco como género, hacer reír y emocionar,
es una cosa que no sé si está en otras tradiciones teatrales. Obviamente hay un
teatro comercial que es más llano, pero igual yo me imagino que está bien
hecho. Y la gente recontra consume teatro, y eso es algo que está vivo, y es
único.
M.S: El teatro es como la única guerra de guerrillas contra los tanques que vienen de afuera. Vos vas a ver una historia que te cuenta alguien que vive en tu misma ciudad, que habla tu mismo idioma, y eso es muy atractivo.
Maten a Hamlet, última obra de Los Macocos. Foto: Silvana Colombo.
- Cuando
comenzaron, el grupo dialogaba políticamente con la dictadura reciente y con
experiencias artísticas como las de Teatro Abierto. ¿Dónde se ubicaron dentro
de ese panorama?
M.X: Cuando arrancamos con el grupo
entramos a romper, de alguna manera, con el teatro más testimonial. Con un
montón de gente empezamos a hacer clown, con varios docentes que habían traído
la técnica acá. Y nosotros nos metimos en ese lugar de descubrimiento, y era
raro; nos maltrataban los críticos, nos decían que nuestras obras "no hablaban
de nada", cuando en realidad hablábamos de otras cosas.
D.C: Digamos que en ese momento había
algo de no mirar atrás artísticamente.
M.S: En Teatro Abierto los actores eran
buenísimos, pero yo tenía 18 años entonces y desde luego no podía pararme en
ese lugar.
G.W: Por otro lado, estaba también eso
de: "¿Y vos qué mérito hiciste para que llenes una sala de quinientas personas,
si recién estás empezando?". Y sí, estábamos empezando como cualquiera de los
pibes que hoy empieza en un teatrito, el público les responde, y después se
amplía. Y también hay algo de la concordancia de un grupo: te das cuenta de que
te gusta laburar así, hay una decisión de seguir juntos haciendo cosas y así se
arma la bola. Pero en un primer momento, sólo se trata de "tengo ganas de
contar esto": te juntás con tres amigos y lo hacés.
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Fue guerrillero, vivió en la clandestinidad y llegó a ser presidente: la vida austera y política de Pepe Mujica lo convirtió en un referente mundial.