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Argentina 1978, Qatar 2022: reflexiones en torno de un boicot

Cuatro décadas después, el mismo dilema: ¿hay que boicotear un Mundial de fútbol si se organiza en un país que viola los derechos humanos? ¿Acaso no es mejor que el mundo observe los horrores que suceden allí? El debate está planteado.

27 de noviembre de 2022

Mundialito, popularmente conocido como Gauchito, fue la mascota del Campeonato Mundial de Fútbol Argentina 1978. La'eeb, por otro lado, es el personaje elegido para esta copa en Qatar. Esta mascota es un personaje creado a partir del tradicional pañuelo con el que se cubre la cabeza en Oriente. Aunque, si lo pensamos mejor, tal vez, Gauchito debió tener una porra de policía en la mano y La'eeb, una cinta en la boca.

Las mascotas son símbolos del país sede del torneo, excepto en estos dos mundiales, en los que ambos personajes aparecen como la mayor banalización de los crímenes cometidos por los gobiernos de cada uno de estos países. Ambos eventos deportivos fueron cuestionados por otras naciones, y varias de ellas promovieron incluso quisieron un sabotaje a la competencia, a la que vieron como algo absolutamente improcedente tratándose de dos países en los que-aunque con diferencia de décadas- los derechos humanos fueron sistemáticamente violados.

Artistas, organizaciones e incluso hinchadas se opusieron a la realización del mundial de fútbol masculino en Qatar. Las denuncias por persecuciones, encarcelamientos extre judiciales y vulneraciones a los derechos humanos de distintos grupos fueron la causa de los reclamos. Pero más allá del deseo de boicotear a la competencia., la iniciativa no pasó a mayores y el Mundial siguió adelante, como si tal cosa.

Dua Lipa, Rod Stewart y Shakira fueron algunos de los cantantes que se negaron a cantar en la inauguración del mundial. En su cuenta de Instagram la cantante británica posteó: "Espero visitar Qatar cuando haya cumplido todas las promesas de derechos humanos que hizo cuando ganó el derecho a albergar la Copa del Mundo". Por su parte, Rod rechazó un millón de dólares para cantar en la inauguración argumentando que "no está bien ir" a Qatar.

Hinchas alemanes extienden banderas en contra del mundial, donde se lee "Boicot a Qatar 2022".

Y lo cierto es que la negativa a participar de estos cantantes ya es suficiente como para que le echemos un ojo a las leyes del gobierno catarí. Pero, como si fuera poco, a estos reclamos se sumaron Amnistía Internacional y varias hinchadas del mundo, incluyendo al Borussia Dortmund y el Hertha Berlín de Alemania.

Los hinchas del Dortmund, por caso, desplegaron enormes banderas en el Signal Iduna Park durante los partidos de su equipo. La hinchada amarilla y negra pedía un boicot al mundial de Qatar, a lo que se sumaron muchos bares alemanes que no transmitirán ningún partido en sus televisores. La cifra de espectadores en Alemania es ínfima: de los 26 millones que vieron el Mundial de Rusia en 2018, tan solo 10 millones presenciaron el debut contra México.

"Los cataríes somos derechos y humanos"

Los reclamos por derechos humanos en Qatar son comparables con lo sucedido durante el mundial de 1978 en Argentina. Por un lado, organizaciones buscaron hacer un boicot a la competencia por los crímenes de Estado. Por otra parte, la visibilidad que adquiere el país puede ser aún más efectiva para dar a conocer los atropellos contra la libertad.

Recordemos lo sucedido durante la celebración de la Copa Mundial en Argentina en 1978, en plena dictadura militar. Se jugaba la inauguración entre Alemania y Polonia en el Monumental. A diferencia del resto de periodistas deportivos, que debieron estar cubriendo el minuto a minuto del partido, un reportero holandés decidió capturar los testimonios de unas mujeres de pañuelo blanco que se congregaban por entonces en la Plaza de Mayo.

"Dicen que los argentinos que están en el extranjero están dando una imagen falsa de la Argentina", le comentaron al reportero holandés; "El gobierno dice que ustedes son mentirosas", increpó el periodista. En estas dos frases se resume la importancia de las cámaras y la prensa para documentar lo sucedido en el país.

En esos días, el mundo solo tenía acceso a dos fuentes contrapuestas: los argentinos exiliados en Europa, por un lado, y la Junta Militar, por el otro. Llevar el Mundial a Argentina, contrariaente a la idea del gobierno de facto de que esto contribuiría a "limpiar su imagen", sirvió en realidad para poner en evidencia lo que estaba sucediendo y comenzar a hacer visibles los crímenes de Estado.

Mientras que la Selección argentina se preparaba para enfrentar a Hungría el 2 de junio del '78, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo reclamaban por la desaparición de niños y niñas bajo las órdenes de la dictadura militar. Represión ilegal, persecución, torturas y una larga lista de vulneraciones a los derechos humanos. En Europa, los medios se interesaron por ese contraste y la verdad terminó saliendo a la luz.

En Qatar los problemas son otros, y no son menores. Censura a la prensa, juicios arreglados, opresión a las mujeres y personas LGBTIQ+, persecución de los disidentes y la lista sigue. Del mismo modo que Amnistía Internacional o los hinchas del Dortmund lo hacen hoy, hace 44 años el Comité del Boicot del Mundial de Fútbol en Argentina (COBA) advirtió a la población francesa sobre las atrocidades cometidas en Argentina. Además de este, se crearon comités en Barcelona y Holanda.

Panfleto del COBA: "Contra la dictadura en Argentina. Boicot de la Copa del Mundo '78. Sin fútbol entre los campos de concentración"

Aún así, el Mundial de fútbol se realizó ante los ojos del mundo. Concretar el Mundial, recibir a periodistas de todo el mundo y televisar lo que estaba sucediendo aquí en cierto modo resultó útil. No por casualidad en 1979, apenas un año después de la cobertura mediática de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó el país. ¿Y la Junta Militar? Seguía negando todo. En los stickers de automóviles difundidos en la época se leía: "Los argentinos somos derechos y humanos". Una ironía rodante.

"Todo el mundo está observando"

Amnistía Internacional le ha dedicado varios artículos al Estado asiático, y no precisamente por su nivel futbolístico. Se han documentado casos de detenciones arbitrarias a opositores del gobierno. No hay libertad de prensa y la mayoría de los medios son afines a los gobernantes. Las restricciones para el periodismo crítico son muchas, y algunos medios argentinos que intentaron grabar tomas en Qatar ya lo comprobaron: se prohíbe filmar edificios oficiales, universidades, hospitales, viviendas o espacios de alojamiento de inmigrantes.

En gran parte del mundo estamos acostumbrados a tener la posibilidad de afiliarnos a un sindicato que represente nuestros intereses. En Qatar, qué sorpresa, esto no sucede. No está permitido formar sindicatos, y tan solo un 2% de los trabajadores está dentro de un "comité", muy lejos de cumplir con los derechos laborales a los que estamos acostumbrados.

Las mujeres necesitan de la autorización de su padre, hermano o cualquier tutor varón para casarse, viajar, estudiar en otro país, ser contratada en empleos públicos y acceder a métodos anticonceptivos. Ni hablar de los derechos a las personas LGBTIQ+ en un país que sigue creyendo en las terapias de reconversión.

El Estado catarí tiene deudas que saldar con los trabajadores, mujeres, minorías, medios de comunicación, organizaciones de derechos humanos... en resumen, casi cualquier persona que no sea un varón oriental adinerado. En cuanto a infraestructura, Qatar es un país ejemplar. En cuanto a derechos humanos, un infierno en vida.

El boicot es una herramienta que puede servir en ciertos casos, pero no quita que la televisión sea tanto o más efectiva. Todavía estamos a tiempo de que algún periodista, en vez de cubrir el partido de la fecha, se desvíe por las calles de Doha y se encuentre con otras historias. Esas que no salen en ningún lado. Esas que todavía nos resta descubrir.



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