Avatar 2: la relación amor-odio entre Cameron y el 3D

James Cameron, el director de la película, recorrió un largo camino para llevar la saga de Avatar al cine y, en el medio, tuvo una serie de desencuentros con la tecnología. ¿Qué innovaciones tuvo que realizar? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar para conseguir "la obra maestra" del 3D?

3 de enero de 2023

Si aún no existe la tecnología, la espera. Y si no, la inventa. Para Cameron, las películas de Avatar no son solamente largometrajes taquilleros: son un despliegue visual y tecnológico que busca cambiar los cánones del cine. Ni más ni menos.

Sí, parece un poco pretencioso apuntar tan alto con un film protagonizado por criaturas azules. Pero, al fin y al cabo, Cameron tiene en su haber a dos de las tres películas con mayor recaudación de la historia: Titanic y Avatar. Difícil no darle la razón con lo que sea que se proponga.

Para la secuela que fue estrenada recientemente, James Cameron trabajó junto a Pawel Achtel, un inventor y director de fotografía que se esforzó durante años tratando de desarrollar lentes de cámara sumergibles. El objetivo de cara a Avatar: el camino del agua fue poder crear escenas 3D hiperrealistas, filmando bajo el agua y replicando el movimiento lo más fielmente posible. No hay dudas de que Cameron evita el camino fácil. ¿Qué le costaba, tal vez, volver a ambientar la película en tierra firme?

Una imagen -roja y azul- dice más que mil palabras

Escena de los Simpson sentados frente al televisor usando lentes 3D en el mundo de Avatar.

Al igual que en la primera entrega, esta secuela de la saga muestra nuevas técnicas y dispositivos para filmar en 3D. La animación en tres dimensiones es una obsesión del director, quien revolucionó las salas de cine en 2009 con los extraterrestres azules.

Hay una referencia que, icónicamente, representa lo que Avatar significa para el cine moderno. Los Simpson, en sus intentos de parodiar cada cosa que se cruzan, hicieron la introducción de uno de sus episodios inspirada en la primera película de la saga de Cameron. En treinta segundos de pantalla, los protagonistas se meten en máquinas que conectan su cerebro al mundo de Avatar, una luna llamada Pandora.

Homero, Marge, Lisa, Bart y Maggie se despiertan en medio de la jungla, rodeados de abundantes colores y especies fantásticas. Luego de correr por las maravillosas sendas del planeta, logran encontrar el famoso sillón de la familia Simpson. Allí se sientan, encienden el televisor... y se colocan los lentes 3D. Más que una sátira, presentimos que la serie de Matt Groening le dedicó un muy lindo homenaje, combinando en ese pequeño clip dos astros de la historia del entretenimiento: Los Simpson y Avatar.

La revolución del 3D (que no es tan revolucionaria)

Podríamos decir que James Cameron es uno de los mayores impulsores de la tecnología tridimensional en el cine pero, ¿cómo funciona esta técnica? Va una breve y veloz explicación, que empieza diciendo que para crear la sensación de profundidad en pantalla se deben aplicar técnicas de estereoscopía.

La visión estereoscópica implica la integración de dos imágenes desde ángulos ligeramente diferentes, lo que permite dar volumen a los objetos que estamos viendo. Por supuesto, se necesitan unos lentes especiales para poder visualizarlo.

Algo que pocos saben al respecto es que los intentos de promover el cine 3D no fueron exclusivos de Cameron. Peor aún, la estereoscopía tampoco es tan moderna como se cree. De hecho, tenemos que remontarnos al siglo XIX para ver el nacimiento del estereoscopio, concretamente en 1840 y de la mano de Charles Wheatstone. Aunque, siendo francos, esta máquina dista bastante de lo que conocemos hoy como 3D.

Imagen del tráiler de Bwana Devil, con el efecto de dos colores para visualizar en 3D.

El artefacto solo podía ver imágenes sin movimiento, y no fue hasta 1895 que William Friese Greene desarrolló el primer sistema para hacer videos tridimensionales, aunque la complejidad para utilizarlo impidió que tuviera éxito. Aun así, a pesar del fracaso de sus métodos, Green es recordado por su innovación y su aporte al séptimo arte, siendo considerado de hecho "el padre de la cinematografía". O, cuanto menos, eso es lo que está escrito en su lápida, en un cementerio de Inglaterra.

Recién en 1952 se proyectó el primer largometraje en 3D a color, titulado Bwana Devil. Esta película estadounidense marcó un antes y un después en la utilización de dos tomas compaginadas para dar ilusión de profundidad. Y, algo más de medio siglo más tarde, tenemos el estreno de Avatar en los cines.

Del amor al odio hay un solo "plano"

Volviendo a Cameron. Es sabido que la planificación a largo plazo del director canadiense llega a ser increíble. Recordemos: Avatar ya estaba planeada ni bien Titanic terminó de rodarse. Dicho de otro modo, cuando la historia del famoso transatlántico veía la luz en 1997, James Cameron ya había escrito su guión tres años atrás. El plan original era filmar una saga de cinco películas de Avatar, siendo la primera entrega estrenada en 1999.

Hubo que esperar diez años más para disfrutarla y por una sencilla razón: el director sostenía que la tecnología de la época no estaba suficientemente avanzada aún. Algo muy parecido a lo que, recordemos, ya había sucedido con George Lucas y la trilogía de Star Wars. Definitivamente, ambos son verdaderos visionarios del ámbito audiovisual.

James Cameron haciendo un encuadre de cámara con sus manos (Fuente: Ámbito)

Tanto para Avatar: el camino del agua como para su predecesora, Cameron tuvo un modus operandi: utilizar las tiras documentales como "campo de entrenamiento". Entre Titanic y Avatar, el cineasta realizó 5 documentales. Lo mismo sucedió con Avatar 2, ya que Cameron grabó El resurgir de la Atlántida en 2017 para perfeccionar sus técnicas de filmación bajo el agua.

Cuando de tecnología se trata, James Cameron lleva su dedicación un paso más allá. Es tal la obsesión (y la excentricidad) del cineasta que hasta hay quienes señalan que algunas productoras usan "mal" el 3D y lo ven solo como una posibilidad de ganar dinero, mientras que Cameron considera los efectos tridimensionales como "una extensión natural de su oficio".

Cameron no se anda con rodeos, y a la hora de comparar, se mide con los de su talla. Usó como ejemplo nada menos que Iron Man 3 y Hombre de Acero como películas que podrían haberse filmado sin 3D y recurrir a soluciones prácticas en vez de efectos especiales. Este es un reclamo que, de hecho, los fans les hacen a las productoras de películas de superhéroes en la actualidad, que dejan todo en manos de las imágenes generadas por computadoras (CGI), en vez de esmerarse un poco más con la escenografía.

Todo avance tecnológico es como la teoría evolutiva: siempre dejará a alguien atrás, al menos adaptado para sobrevivir. Si mencionamos el nombre de Cameron en Japón, no encontraremos las mismas caras de asombro que sí vemos en Occidente.

Lamentablemente, la última entrega de Avatar fracasó en el país debido a que los proyectores no soportan el formato utilizado por el metraje. Claro, con tantos años de producción, el cineasta no se podía conformar con lanzar una película ATP (Apta para Todo Proyector).

Su incesante interés por alcanzar la perfección tecnológica, el desmerecimiento de otras películas con CGI, la excentricidad que imposibilita ver la película en ciertas salas de cine: no, definitivamente no parece que James Cameron y el 3D tengan una relación sana. Sin embargo, el matrimonio todavía puede salvarse. Sólo hay que esperar que uno de los dos pida disculpas... y ése seguro no será Cameron.



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