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Carlos III, el rey que nadie quiere

Esperó durante décadas una corona que ni siquiera su madre, la reina Isabel II, quiso dejarle. Traicionó a Lady Di, fue denunciado por negociados con dictaduras de Oriente medio y su imagen no para de caer. Este es Carlos III, el rey que nadie quería ver sentado en el trono.

12 de septiembre de 2022

Los funerales de Isabel II siguen adelante con su ritmo parsimonioso y esa larga sucesión de ceremonias en donde cada cosa fue prevista hasta el mínimo detalle. Será por eso que la figura del ex príncipe Carlos, hoy ya convertido en el rey Carlos III de Inglaterra, sigue percibiéndose como fuera de lugar. Tanto él como su esposa, la reina consorte Camila Parker Bowles, siguen siendo para millones de ingleses un amargo recuerdo: el del romance que llenó de angustia y condujo a la depresión a lady Diana Spencer, la mítica "princesa del pueblo".

Pero no es sólo eso. Carlos tiene, desde siempre, la tendencia a opinar de política y economía, además de sostener desde joven una clara postura a favor del cuidado del medioambiente. Todo esto entra en franca contradicción con el protocolo real según el cual ni reyes ni reinas deben hablar de política dado que, como reza el dicho, "el rey reina pero no gobierna". Y si Isabel II fue un verdadero modelo de neutralidad, su hijo mayor se caracteriza por ser exactamente lo contrario.

Así las cosas, la muerte -previsible pero aun así impactante- de la monarca, el pasado jueves en su castillo de Balmoral, disparó los acontecimientos y el eterno príncipe Carlos acabó convertido en rey. Uno que, claramente, el pueblo no quiere ni respeta, en parte por su inexplicable rol dentro de la familia real -demasiado mayor para ser heredero, demasiado impopular para sentarse en el trono- y en parte, también, por el desagradable modo de relacionarse que tiene con las personas a su servicio en el palacio.



Un reciente video -viralizado en todas las redes sociales- lo muestra haciendo con la mano un gesto como de espantar un insecto, cuando lo que en realidad quería era que un asistente retirara de la mesa un pesado tintero. El mundo reparó en ese gesto despreciativo y las encuestas, que nunca lo tuvieron entre sus favoritos, terminaron por mandarlo al fondo de las preferencias. En la plataforma You. Gov, por ejemplo, el hoy rey Carlos III le cae bien a menos de la mitad de los votantes (42%), en tanto que su difunta madre tenía casi el doble de popularidad (86%)


Si bien la línea de sucesión real británica no es un asunto debatible (de hecho, sólo el Parlamento podría modificar el esquema que establece quiénes y en qué orden podrían acceder a la corona) por estos días se instaló la idea de que Guillermo, el primogénito de Carlos y Diana, sería mejor candidato que su padre para ocupar el lugar de su abuela. Más aún, la esposa de Guillermo, Kate Middleton, aparece en las encuestas superando en imagen positiva tanto a su esposo como a su suegro, el rey.



Sin embargo, nada hay de casual en la lamentable imagen del flamante monarca. De hecho, como príncipe nunca logró una conexión real con la gente y cada una de sus apariciones públicas tuvo ese toque de lejanía y de cosa rancia que ahora, con él ya instalado en el trono, parece haber recrudecido. Sobre todo porque muchos temen, además, que a la hora de firmar las leyes que sí o sí deben contar con la venia real, Carlos opte-como siempre- por seguir sus propios deseos.
Tal vez por eso hoy no son pocos los que fantasean con algo que parece altamente improbable. Esto es, que Carlos finalmente tome la decisión de abdicar en favor de su hijo William, quien parece haber heredado de su madre el don de congraciarse con la gente.


Sin embargo, nada hay de casual en la lamentable imagen del flamante monarca. De hecho, como príncipe nunca logró una conexión real con la gente y cada una de sus apariciones públicas tuvo ese toque de lejanía y de cosa rancia que ahora, con él ya instalado en el trono, parece haber recrudecido. Sobre todo porque muchos temen, además, que a la hora de firmar las leyes que sí o sí deben contar con la venia real, Carlos opte-como siempre- por seguir sus propios deseos.


Sociedad

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