Sociedad
Historias de migrantes, mayoritariamente mujeres, residen en su mayoría en Buenos Aires y su área metropolitana. Sus historias reflejan resiliencia y adaptación, y enfrentan desafíos y encuentran oportunidades en un país que consideran su hogar
Por: Silvana Avellaneda
1 de junio de 2024
Entre
crisis económicas, aluviones sociales, laborales, hay un grupo de migrantes
europeos que eligen vivir en la Argentina, sin dólares ni euros como el
imaginario piensa. Patean el día a día argentino.
Tres
de cada cuatro migrantes residen o en la Ciudad de Buenos Aires o en el área
metropolitana. En 2022, de los
45.892.285 habitantes censados en Argentina, solo un 4,2 % procedía del
exterior: de esa cantidad, un 8,3 %, venía de Europa.
A
contramano, no hay datos oficiales, completos y concretos, sobre la cantidad de
argentinos que dejan el país para radicarse en el extranjero. Sí crece un lugar
común que se escucha seguido cuando la crisis aprieta fuerte: "la única salida
es Ezeiza".
Europa
es esa suerte de "Eldorado" en el
imaginario local. Un espacio que junto a los EE.UU, promete una vida holgada,
ordenada. De primera. Entonces ¿qué les pasa a estos europeos que eligieron
vivir en la ciudad de Buenos Aires?
Irina
ordena sillas, sirve pizzas, bebidas y acomoda camperas en los respaldos de las
sillas. Es infatigable. Llegó desde Ucrania hace unos 20 años en busca de
oportunidades junto a esposo e hijo. Al marido no le gustó y se fue: "Yo me
quedé sola con el nene (...) soy una agradecida porque trabajé, trabajé, trabajé.
Nunca me faltó el trabajo", cuenta.
Su
hijo "creció, terminó la facultad. Está grande, hermoso" dice con el pecho
inflado y agrega: "Yo gané lo suficiente para poder vivir y hasta pude comprar
mi propio departamento acá, por Lavalle, cerca de Callao", remata con un
orgullo que le llena de risa la mirada.
"Me
encontré con mucha gente buena, vine sin nada y doy gracias por todo porque
siempre pude seguir, trabajar y lograr cosas", acota.
Según
los relevamientos, desde fines del siglo XX y principios de éste, se dio una
marcada feminización en la migración hacia el país. Años anteriores,
particularmente en los años del aluvión migratorio, la tendencia era de una
gran mayoría de hombres.
Francesca
Capelli se enamoró de Buenos Aires a primera vista. Con los años, separada de
su esposo buscó una suerte de mantra de decirse que viviría en Buenos Aires "y
aquí estoy", dice a voz plena.
Periodista
(de Il Globo TV), y docente en el traductorado de la Universidad del Salvador,
al escucharle el acento "se da esta charla de la que ya conozco el guion: qué
hago acá, cómo no me quedé en Italia y la gente no sabe que en Italia no es tan
sencillo nada".
"Por
ejemplo -señala-, aquí es más usual encontrar trabajo en relación de
dependencia que en Italia, aquí hay un mayor respeto a mi trabajo como
periodista y traductora que no encontré en mi país (...) hay un mayor respeto
como mujer incluso".
Francesa
es de Bologna. En sus primeros años en Argentina, trabajó como docente en la
escuela Colombo, cobraba en pesos y, en una de las crisis de casi siempre, "no
fue nada sencillo".
En
sus casi dos décadas en territorio argentino, dice: "No sé cómo explicarlo
racionalmente (...) la vitalidad que hay tanto en lo bueno como en lo malo, un
sentir de que hay mucho aún por hacer".
"Es
como un novio -afirma- te comprás el combo y te enamorás de todo. Hay una vitalidad
en la que parece que todo no puede estar peor y de pronto, sucede algo y las
cosas comienzan a arreglarse".
De
las cerca de 46 millones de personas que viven en Argentina más de tres
millones son extranjeros con residencia argentina, según los últimos datos del
Registro Nacional de las Personas.
"Es
la tierra que quiero. Una vez tuve una epifanía mientras viajaba en el
colectivo 130. El sol de invierno era muy luminoso ese día y me dije: acá
quiero estar, esta es la vida que elijo".
De
los aproximadamente 2 millones de personas que viven en el país, y que no
nacieron en suelo argentino, el 54,9 % son mujeres (1.061.421) y el 45,1 %,
hombres (872.042).
Tony
Phillips no duda: "Elegí Argentina por la calidad de vida y la belleza del
país, los Andes, la selva, la Patagonia. También por su educación pública, hice
una maestría en economía regional en la UBA. Al contrario de lo que dice el
gobierno actual lo estatal es importante y la educación pública especialmente".
Tony
nació en Dublín (Irlanda) y destaca "la resistencia y el tesón de la gente en
todas las clases económicas" aun cuando señala con cierta molestia esa "división
falsa entre peronismo y anti-peronismo que hace desenfocar a la sociedad en
pelearse entre sí mismos sobre el pasado y no enfocarse en un futuro mejor".
"Irlanda -cuenta- tuvo el mismo problema resultado de nuestras guerras civiles pero
logramos llegar un consenso para seguir". La misma Irlanda que hoy es un
ejemplo en algunos discursos gubernamentales.
Si
bien en Argentina las cifras de inmigrantes europeos decrecieron de los
primeros puestos, que ahora ocupan países latinoamericanos como Brasil,
Venezuela, Bolivia o Colombia, el aura del "primer mundo" aún funciona en
discursos y sueños de oportunidades mejores y estables.
Igual,
muchos europeos eligen el país y como Tony, gestionan su pasaporte argentino. A
pesar de, como él, poder señalar "la corrupción en las partidos políticos pero
más aún la corrupción de una sociedad que acepta y naturaliza esta concepción del vivo".
Epifanías
de la tierra que eligen, aún con sus sombras, y lejos de una vieja Europa en
donde también, muchos argentinos sienten haber encontrado tal vez, su lugar en
el mundo.
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.