En las elecciones brasileñas también se juega nuestro futuro

"La Amazonia es el pulmón del planeta". Detrás de esta frase que busca generar conciencia respecto de las acciones para frenar la crisis climática hay otras amenazas tan importantes y urgentes como esta última. Se trata del peligro que representa para Brasil, para la región y para el mundo mantener el statu quo que puede hacer tambalear la gobernanza, el Acuerdo de París y hasta la democracia.

13 de octubre de 2022

"La Amazonia es el pulmón del planeta". Detrás de esta frase que busca generar conciencia respecto de las acciones para frenar la crisis climática hay otras amenazas tan importantes y urgentes como esta última. Se trata del peligro que representa para Brasil, para la región y para el mundo mantener el statu quo que puede hacer tambalear la gobernanza, el Acuerdo de París y hasta la democracia.

En junio pasado, los asesinatos del periodista británico Dom Phillips y del indigenista Bruno Pereira desnudaron una realidad que se denuncia hace años: el extractivismo sin control termina en menos gobernanza y, en consecuencia, menos democracia.

Ribeiro y Phillips desaparecieron en Atalaia do Norte, principal ciudad del Vale do Javarí, luego de que ambos fueran amenazados por supuestos lugareños que forman parte de las milicias de las actividades ilegales de la zona. Entre ellas, el narcotráfico de la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú.

En cuatro años de gobierno, la administración de Jair Bolsonaro ha sido denunciada por retirar a los funcionarios de carrera especializados en el área más sensible de la relación con los pueblos originarios y reemplazarlos por militares y empresarios ruralistas para reducir la fiscalización. Y en favor, supuestamente, de la producción.

Hoy, esa selva impenetrable y maravillosa alberga los delitos que cometen organizaciones de narcotráfico, de tala y de minería ilegal. Según el informe del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP), para el 81% de los votantes, los candidatos presidenciales deberían tener entre sus prioridades la protección de la selva amazónica. El tráfico de drogas fue señalado por el 39% de los consultados como el delito que más perjudica al bioma y a las poblaciones de la región. Le siguen el acaparamiento de tierras, con un 17%, y la minería ilegal, con un 13%. También destacan la corrupción (9%), la tala ilegal (8%) y el tráfico de animales (4%).

Para el sociólogo Renato Sérgio de Lima, director-presidente del Foro Brasileño de Seguridad Pública, la percepción de la mayoría, sobre todo de los que viven en la Amazonia, es que el Estado brasileño-incapaz de controlar a la delincuencia- no tiene el control de la región. Según él, "cualquier proyecto de desarrollo para la Amazonía debe considerar la necesidad de recuperar los territorios de manos de facciones y milicias, prevenir la violencia y enfrentar la delincuencia, lo que, para la población, no está siendo hecho por el gobierno. Por lo tanto, no hay ninguna inversión socio ambiental que se encargue de ello".

Para Marilene Corrêa, doctora en Ciencias Sociales por la Unicamp y coordinadora del Laboratorio de Estudios Interdisciplinarios sobre la Amazonia de la Universidad Federal de Amazonas, la encuesta entierra la ilusión de que la Amazonia pueda copiar los modelos de industrialización, urbanización y agricultura intensiva de otras regiones del país.

"Estos modelos han fracasado aquí en la Amazonia por la falta de comprensión de la relación entre naturaleza y cultura. Las ciudades se volvieron precarias, y la transformación del bosque en pasto no generó empleos. Estos modelos fallidos han aumentado la agresión contra los pueblos de la Amazonia, principales víctimas de la desigualdad y la violencia", explica la investigadora.

"Todo el mundo sabe que la ganadería, la minería, la soja, la contaminación de los ríos, todo eso perjudica y no se convierte en una fuente de desarrollo. Después de tantas frustraciones, la protección del bosque debe imponerse a la agenda del desarrollo, con un uso inteligente de los recursos naturales", agrega.

Cuando los resultados de la elección del domingo se proyectan a futuro, la urgencia domina la escena: la permanencia de las actuales políticas ambientales a nivel federal -o la ausencia de acciones efectivas- aumenta los riesgos para la supervivencia de la selva Amazónica.

Ya un estudio había advertido sobre la posibilidad de que la Amazonia, en vez de capturar carbono de la atmósfera, empezara a emitirlo. Ahora, una nueva investigación realizada por Centro de Estudios Integrados sobre Medio Ambiente y Cambios Climáticos (Centro Clima) del Instituto de Posgrado e Investigación en Ingeniería Alberto Luiz Coimbra (Coppe) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro, como parte de la iniciativa Clima y Desarrollo, advierte que la continuidad del ritmo de deforestación podrían llevar a Brasil a superar, para 2030, hasta en un 137% la meta de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asumida por el país en el Acuerdo de París, que ya bastantes embates y dilaciones sufre.

El análisis tuvo en cuenta que la deforestación en el bioma aumentó de 754.000 hectáreas en 2018 a 1,3 millones de hectáreas en 2021. Esto representa un aumento promedio de 183.000 hectáreas por año. Mantener ese ritmo aumentaría hasta el punto de no retorno, lo que varios expertos señalan como un riesgo de sabanaización de la selva, con graves consecuencias no sólo para el ambiente de Brasil, especialmente los recursos hídricos, sino para todo el planeta (incluidas las lluvias que alimentan los ríos Paraná y Paraguay, por ejemplo).

La continuidad de la devastación observada en los últimos cuatro años llevaría a la selva a una deforestación acumulada de casi 20 millones de hectáreas en el período 2022-2030. En esa región del estado de Pará se encuentra la ciudad de Altamira, que fue el municipio líder en emisión de gases de efecto invernadero en 2021 - más, incluso, que mega ciudades como San Pablo o Río de Janeiro- a raíz de la deforestación y la cría de ganado.

Los números son catastróficos y muestran claramente que la preservación del Amazonas no sólo es una cuestión ambiental o de diplomacia internacional. Las elecciones del domingo podrían definir el destino de las instituciones brasileñas pero también algo de nuestro futuro.

*Periodista especializada en ambiente y cambio climático. Presidenta de Periodistas por el Planeta