Sociedad

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Enrique Stola: "La sociedad sigue produciendo y sosteniendo la mentalidad patriarcal"

El asesinato a patadas de Fernando Báez Sosa en la principal avenida de Villa Gesell el 18 de enero de 2020 no fue solo un crimen horrendo. Fue, también, una exhibición de esa alianza letal entre varones que la antropóloga Rita Segato bien llama "la fratria", la hermandad sellada mediante actos de violencia. En esta entrevista, el doctor Enrique Stola - médico psiquiatra especialista en masculinidades y violencia de género- analiza no ya el caso sino a la sociedad que lo generó. "Son rituales de confirmación de la propia masculinidad", asegura.

15 de enero de 2023

Juntos para salir de vacaciones, para jugar al rugby, para ir a bailar y también para matar. El grupo de ocho jóvenes - diez, en realidad, aunque dos de ellos no fueron imputados y por eso no están hoy en el banquillo- encarna una forma de vinculación entre varones que tiene mucho de ommmertá, el silencio mafioso. Nadie se conmueve frente a un chico que pide por su vida, todos se sienten llamados a aportar su puntinazo en la cabeza y nadie, tampoco, pierde el apetito después de haber dejado a otro tendido en la calle y sin signos vitales. Pacto de machos firmado con sangre (ajena, siempre ajena), este asesinato pone en el ojo público mucho más que un crimen horrendo y escenifica el modo más letal de ser varón. ¿Cómo podemos leer el crimen de Fernando Báez Sosa? Para Stola, "desde que surge el conflicto dentro del local Le brique hasta este momento del juicio (12 de enero) los acusados vienen cumpliendo con lo que se espera de un macho en nuestras sociedades: varones que atacan con violencia física y verbal, gritos descalificatorios de contenido clasista-racista y la expresión de emociones y sentimientos que tienen que ver con el sentirse machos. Se identifican como grupo y cada uno con el grupo, debiendo mantenerse la lealtad y no expresar otras emociones y sentimientos que demuestren "debilidad" a la mirada de los demás. Agredir violentamente, vencer al otro y sentir que individualmente y como grupo son poderosos es parte de los rituales de reconfirmación de la propia masculinidad, tal como lo exige la sociedad patriarcal.

Enrique Stola, Es psicoterapeuta en su trabajo profesional. Tiene la especialidad en Psicología Clínica, en Psiquiatría y usa el socio-psicodrama como un gran instrumento para trabajar en talleres y seminarios los temas que le ocupan: "Patriarcado, machismo y violencia de género contra las mujeres, niñes y LGTBIQ+".


El Editor: ¿Cuánto se avanzó en el combate de los estereotipos? Porque uno de los agresores, de hecho, en uno de sus chats comentó "sin piñas no hay alta noche".


Enrique Stola: La expresión es asumida por miles de pibes en nuestro país, quienes consideran que la pelea y el sometimiento de otros es parte del divertimento. Debemos considerarlo una práctica masculina que, además, ratifica su idea de qué es ser hombre: "Somos machos".

Eso es parte de la socialización masculina y, aunque un porcentaje de varones ha roto con esos patrones, lo cierto es que la sociedad sigue produciendo, recreando y sosteniendo la mentalidad patriarcal, la dominación masculina y la hegemonía de estereotipos que siguen colocando en situación de subordinación a las mujeres y a las personas trans-travestis y no binaries.

¿Conocemos políticas del Estado dirigidas a modificar la mentalidad machista, que apunten fundamentalmente a los varones y que sean sostenidas por todos los ministerios? No existen. En la actualidad ni siquiera se cumple en todas las escuelas con la Educación Sexual Integral (ESI) mientras la perspectiva de género es desconocida por la mayoría de les profesionales que producen las universidades.

E.E: Usted intervino como perito en en el juicio político al juez Carlos Rossi que liberó a quien finalmente terminó siendo el femicida de Micaela García. ¿Podemos ver sesgos patriarcales también aquí? ¿En qué detalles?


E.S: Ese juez, como era de esperar, fue absuelto por la defensa corporativa de la institución judicial. Lo patriarcal se expresa en la estructura socioeconómico-cultural, instituciones estatales y no estatales, prácticas sociales y en los vínculos afectivos. La gran lucha que vienen sosteniendo los feminismos ha permeado los discursos sociales y producido fisuras en lo patriarcal de las instituciones, pero sólo ha modificado las prácticas sociales en un amplio segmento de mujeres, en porción menor en el sector LGTBIQ+ y muy poco en la estructura ideológica que sostiene el sistema de creencias masculinas. Además, estamos viviendo una época de ataque de los sectores reaccionarios a las conquistas logradas y a los derechos humanos de mujeres, niñes, trans-travestis-no binaries, movimientos sociales, pueblos indígenas y pobres. El asesinato por la acción violenta de un grupo de varones, como el que nos ocupa, es la consecuencia de la acción extrema de formas de reafirmación de la masculinidad y nos muestra el riesgo que corren muchísimos adolescentes y jóvenes adultos cada semana. Se ha calificado en varios medios de comunicación este asesinato como clasista y racista. Estoy de acuerdo.

No importa la clase social a la que pertenecen los rugbiers, lo que importa son los calificativos racistas usados como el "negro de mierda". Como señala Achille Mbembe, esto va más allá del color de la piel, se extiende a todos lo que son pobres y -en nuestro país- a quienes pertenecen a determinada posición política. En ese acto de agresión, ellos actuaron en sintonía con el disciplinamiento clasista y el supremacismo blanco que atraviesa a nuestra sociedad.


E.E: Se ha construido, en espacial desde los medios, la idea de estos asesinos como "monstruos", "lobos", "manada". Al animalizarlos, los convertimos en algo que nada tiene que ver con nosotros. ¿Cómo es ese mecanismo?

E.S: Mientras que las clases dominantes tienen afinados mecanismos de ocultamiento de las violencias que ejercen, por el contrario, vemos muchas veces que en un barrio -al ser descubierto un agresor sexual- los vecinos tratan de hacer justicia por mano propia. Entonces suelen quemar la casa donde el acusado vive o donde se refugió. La rebelión y el fuego actúan como un "purificador" social, una performance que los hace sentir diferentes y ratifica la idea de que quienes castigan no tienen ninguna responsabilidad en la violencia sexual machista y que sus conductas no tienen nada que ver con ese personaje calificado de monstruo, que es lo diferente y que no integra un nosotros.

Lo mismo parece estar ocurriendo aquí y ahora con gran parte de les periodistas y la población que están siguiendo el juicio: mientras se espera de los acusados gestos que -paradójicamente- la sociedad les enseñó que no debían hacer si eran "hombres", a la vez en las redes y en comentarios informales se les desea y pronostica que nada bien la van a pasar en la cárcel mientras otros dicen que se merecen que les "rompan sus blancos culos" o "le hagan sangrar el orto".

La mayoría siente que no tiene ninguna responsabilidad, desde sus creencias y prácticas cotidianas, de las conductas agresivas ejecutadas por el grupo juzgado.

El juicio ha permitido que durante varias horas al día gran parte de los televidentes sientan que son las y los buenos, modelos de ciudadanía en la sociedad argentina.


E.E: Dos crímenes, dos víctimas y dos desenlaces: Nahir Galarza - asesina sentenciada a perpetua velozmente - y ocho criminales sin condena luego de tres años. ¿Cómo podríamos entender eso?


E.S: Cada vez que una mujer comete un delito que normalmente realizan los varones, los dispositivos que garantizan la dominación masculina se activan al máximo. La publicidad y el sensacionalismo destrozan la vida de la mujer, la que es expuesta como si estuviera en la Edad Media y la hicieran caminar desnuda rumbo al cadalso. Cuando llega al Poder Judicial tiene altísimas posibilidades de ser procesada y juzgada, que es lo que ocurrió con Nahir, por funcionarios de mentalidad machista aunque estén legal y éticamente obligados a tener perspectiva de género.

Un juicio con sesgo machista y rápida condena les dejó la sensación (a quienes participaron) de que eran eficaces agentes de justicia y (a la sociedad patriarcal) de que era un justo acto de disciplinamiento a esa mujer y a todas aquellas a "las que se les va la mano con el feminismo".


E.E: Mataron en banda a una persona indefensa. ¿Por qué creemos que de la cárcel saldrán mejores?


E.S: Las cárceles de Argentina no son para recuperar a nadie sino para el castigo, según la concepción reinante desde hace siglos y que atraviesa estas instituciones de encierro. Los avances sobre Derechos Humanos no alcanzan a la población carcelaria, integrada como en todo el mundo capitalista fundamentalmente por pobres, negros, marrones, gitanos, etc.

No se conocen públicamente evaluaciones periciales psiquiátricas ni psicológicas de "los rugbiers" y desconocemos los recursos congnitivo-afectivos y materiales que tienen, por lo que es difícil hacer un pronóstico. Hay colegas que están hablando sobre sus estructuras de personalidad y/o patología mental, lo que me parece lamentable. No es ético hacer diagnósticos clínicos de las personas sin evaluarlas con las metodologías adecuadas.

E.E: ¿Qué lectura hace de esos padres y madres que hablan de "tragedia" o de "desgracia"?


E.S: Me es casi imposible explicar sus conductas (explicar no es justificar) sin conocerles. Sí me atrevo a inferir que ninguno/a de ellos/as cree que su hijo agredió con el fin de asesinar, de allí que hablen de tragedia o desgracia.

Sobre lo que sí puedo opinar es acerca de los cuestionamientos que se les hacen a las familias como responsables de la educación de los acusados.

El culpar al grupo familiar o personas cuidadoras de la conducta de sus hijos es producto de una concepción que ve la red familiar como algo desconectado del entramado social y de los discursos dominantes. Pero hay una multitud de factores y posibilidades que se dan en cada persona, en cada singularidad y que explican su conducta. Observemos la edad que tienen los integrantes del grupo y qué ha sucedido en nuestras sociedades en este siglo. Hubo en los últimos veinte años un profundo cambio en el proceso de subjetivación social producto de internet y la cultura material, por lo que les niñes y jóvenes tienen una multiplicidad de estímulos y opciones de diferentes creencias y valores/ disvalores que pueden alejarlos totalmente de las creencias que sostienen sus madres y padres. Entonces, culpar a las familias de los agresores me parece un acto de discriminación, de castigo social hacia ellas y de un "lavado de manos" del grado de responsabilidad que todes tenemos en nuestra sociedad.

E.E: ¿Por qué, después de lo de Fernando, ya nadie se siente a salvo?


E.S: Por qué el asesinato de Fernando se constituyó en un caso paradigmático y de alto impacto social requiere un estudio pormenorizado desde las ciencias sociales. Suceden diariamente hechos que nos deberían conmover, pero no ocurre así. En estos días hay información de ataques en patota a jóvenes en Córdoba, Cañuelas, Gral. Villegas y seguramente deben existir más hechos no denunciados ni publicados en redes. Es cierto que las familias con adolescentes y jóvenes adultos tienen suficientes motivos para tener miedo de que sus hijos vivan una experiencia límite. El Estado tiene aquí una tarea que cumplir y los ministerios de seguridad deben darse una estrategia ante esta realidad. Son necesarias políticas sostenibles en el tiempo que tiendan a modificar comportamientos violentos, sexistas y racistas.

E.E: A poco del crimen, el boliche reabrió y la gente fue a bailar. ¿Cómo se compatibiliza la solidaridad con gestos de indiferencia como éste?


E.S: No se compatibilizan y eso es lo que sucede diariamente con todas las dolorosas situaciones que no impactan socialmente. El asesinato de Fernando y el retorno de jóvenes para bailar en el mismo boliche fue un indicador de cómo estamos como sociedad. Nos "acostumbramos" a las diferentes violencias cotidianas; no nos indignamos ante la situación de los cuerpos que no importan, las personas desechables. Nos parece natural que el sexismo, el clasismo y el racismo se desplieguen casi sin límites. A veces somos solidarios y otras veces nos disociamos y somos indiferentes. Estamos diariamente sobre exigidos para sobrevivir. Nuestras conductas en general son contradictorias y los grises de diferente intensidad nos impregnan.

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