Hermoso perdedor: El "Divino" Roberto Baggio

Hermoso perdedor: El "Divino" Roberto Baggio

Hermoso perdedor: El "Divino" Roberto Baggio

Desde El Editor proponemos replantear la idea de perdedor ya que no todos los perdedores son iguales. Algunos son hermosos perdedores. Esta sección reivindica a aquellos jugadores que a pesar de no coronarse, lograron a fuerza de estética, juego en equipo y carisma quedar en el inconsciente colectivo. Hoy: Roberto Baggio-

7 de diciembre de 2022

Rebelde, carismático, sensible e imprevisible, merecedor de tener la diez en la espalda.

Al italiano, quien metió su primer gol en la Serie A contra el Napoli de Maradona, justo el día que salió campeón del Scudetto, lo apodaban el "Divino" por su clase al jugar al fútbol y la importancia que le daba a sus looks.

Su aparición fue tan repentina como espectacular. Su primer Mundial fue en su país con sólo 23 años. Llegaba luego de recibir el premio al mejor jugador de Europa. Pese a no jugar hasta la última fecha de la fase de grupos, dibujó un golazo contra la en ese entonces Checoslovaquia, gambeteando desde la mitad de cancha hasta llegar al área y definir. En octavos contra Uruguay, y ya de titular, le anularon un gol de tiro libre, en el que con viveza, la había puesto en el ángulo mientras que el arquero estaba armando la barrera. Luego de pasar cuartos de final contra Irlanda tras el goleador y revelación de ese Mundial, Toto Schillaci, venía la semifinal en el San Paolo contra la Selección Argentina. Contra el Diego. Ese partido donde Maradona dividió más que nunca a Italia. Roberto Baggio fue desde el banco, porque según el técnico, estaba cansado. Más allá de convertir su gol en la tanda de penales, se quedaría fuera de la Copa. Ganarían el tercer puesto contra Inglaterra donde haría su segundo gol en Mundiales. Otra vez, como no podía ser de otra manera, haciendo un lindo gol.

Llegaba el Mundial 1994 en Estados Unidos. El de la anestesia Argentina tras la cortadura de piernas del Diego. Pero ese es otro tema, centrémonos en nuestro protagonista de esta nota, que, hay que decirlo, desborda Maradonismo, el Diego, sobre él, dijo que era un gran jugador que nunca había alcanzado su potencial, algo parecido a lo dijo sobre el mismo por el consumo de drogas. El "Bello" llegaba a Estados Unidos tras ser elegido Balón de Oro un año atrás. A eso se le sumaba un plantel plagado de estrellas y que habían ganado la Champions League con el Milán. El técnico era Arrigo Sacchi, uno de tacticista quien tuvo su éxito también con el Milan, ese que tenía a Van Basten y Gullit. La realidad marcaba que no había buena relación entre la estrella y el DT: "Arrigo Sacchi no me llevó al Campeonato de Europa de 1996 para demostrar que los esquemas son más importantes que los jugadores: no llegó a cuartos de final, no lo tengo entre los entrenadores con los que me he llevado bien", contaba el jugador.

Encima empezarían perdiendo el primer partido contra Irlanda. El periodismo amarillista no es solamente argentino y empezaban las críticas. Baggio, el dueño de la 10, era uno de los focos. Contra Noruega Italia ganaba, pero tras la expulsión del arquero tano, el técnico sacó al 10, y eso no le gustó para nada. Casi a tono del dramatismo italiano, tan solo consiguió un empate contra México en la última fecha y clasificó primera pero todos los equipos del grupo tenían los mismos puntos. Increíble.

En octavos tocaba Nigeria. Equipo dificilísimo comandado por Jay Jay Okocha. Los africanos irían ganando durante todo el partido. Pero faltando dos y justo unos minutos antes que no le cobren un penal, apareció nomás. Y poniendo la pelota en el ángulo inferior izquierdo llevaba las cosas al alargue. El 10 cuchareaba la bocha para Massaro, al que le cometían penal. Y habían desencadenado a la bestia. Disculpen, al Divo. En cuartos de final llegaba un partido muy especial para los argentinos, ya que los de azul se enfrentaban a España, dos países que escaparon de sus tierras por la guerra y decidieron probar suerte en nuestro suelo. Muchos de nosotros tenemos familiares de esos países, por eso encontramos similitudes y muchas veces, como es en el caso del fútbol, hinchamos por ellos. Los de Sacchi empezaban ganando con un golazo de Dino Baggio, pero Caminero, con otro golazo, empataba. Pero, otra vez, faltando dos minutos, Roberto quedó mano a mano con el arquero, y él, que sólo sabe hacer lindos goles, lo amagó y le dió el pase a Italia a las semifinales. "Un predestinado, un iluminado, un jugador nacido con estrella, una estrella que no alumbra, salvo, en el momento decisivo", decía el poeta Victor Hugo tras el gol.

En las semis tocaba la Bulgaria de Hristo Stoichkov, que había vencido a la Argentina en la fase de grupos y se mostraba como la sorpresa de la Copa. A los veinte minutos Baggio giraba cerca del área por izquierda y llegando a la medialuna abrió su pie y la puso en el ángulo izquierdo inferior del arquero bulgaro. Cinco minutos después, con otro lindo gol, ponía el dos a cero. La figura bulgara descontaba de penal. Pero Italia llegaba a la final.

La final sería con la efectiva Brasil de Romario y Bebeto. Un equipo sólido y sin tanta vistosidad como nos tienen acostumbrados los brasileros, quienes venían de una sequía grande de Mundiales. Italia partía como candidata por el gran nivel de Baggio. El 10 había dicho que su final soñada era contra Brasil. El partido no despertó muchas emociones y hasta fue catalogada como una de las peores finales del mundial. El partido fue la tanda de penales. Roberto había metido todos los penales para su Selección hasta antes de ese partido. Por cosa del destino o en plan de demostrar lo malicioso que es a veces este deporte, la tiraría por arriba del travesaño. Para colmo la última acción del Mundial es su penal errado, ya que ese, lo consagró a Brasil.

"Sigo sin perdonarme el penalti fallado en la final del Mundial del 94 contra Brasil. No hay religión que importe, ese día podría haberme suicidado y no habría sentido nada", diría tiempo después, aunque también, dejo una frase menos protocolar y digna de su arte: "En ese momento quise cavar un foso para esconderme. Después, pensé que como Brasil tiene muchos más habitantes que Italia, hice más personas felices con ese tiro".

Luego jugaría el Mundial 1998 haciendo dos goles, llegando 9 en esa competencia y quedando afuera por penales contra la local Francia pero esa vez, marcaría el gol. Y ahí fue el hermoso perdedor mundial de hoy. Un jugador de época, de esos que emocionan, con tintes maradoneanos y cultivador de talentos, ya que muchos jugadores y hasta el gran Galeano, se inspiraron en él: "Todo Roberto Baggio es una gran cola de caballo que avanza espantando gente, en elegante vaivén"

Aunque hay algunos, de esos bohemios poetas que rondan las calles de algún pueblo de Italia, que te cuentan, que a pesar del paso del tiempo, la estrella de Baggio siguió brillando hasta 2006, donde cumplió su tarea. Y aunque esa estrella se agotó, sigue siendo bandera.

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