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Juncal y Uruguay, una esquina que reconfigura el tablero político nacional

La Vicepresidenta recuperó el centro del ring y la hegemonía absoluta de la agenda. El pedido de condena a 12 años de prisión fue el disparador. Cristina decidió usar la clásica táctica sintetizada en la frase: "No hay mejor defensa que un buen ataque". El resultado fueron miles de personas que llegaron hasta las puertas de su casa con mates y tuppers porque dicen que van a quedarse allí "todo el tiempo que sea necesario"

27 de agosto de 2022

Este sábado, las inmediaciones del edificio en el que vive Cristina Fernández amaneció con vallas. Según argumentaron desde el Gobierno de la Ciudad, se vieron obligados a tomar esta medida presionados por vecinos y vecinas del barrio. El cristinismo interpretó este gesto como una provocación por parte del jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.

La expresidenta lo responsabilizó de tener una doble vara según las movilizaciones sean favorables o contrarias a ella. Lo hizo a través de una carta que compartió por redes sociales. Desde temprano, varios banderazos en plazas y espacios públicos de distintas localidades con las consignas "con Cristina no se jode" y "todos con Cristina" habían sido los protagonistas de la jornada. Sin embargo, ya pasado el mediodía las columnas desde el conurbano comenzaron a llegar a Recoleta denunciando que existe una "persecusión judicial" que atentaría contra su posible candidatura de 2023.

Pasado el mediodía, el senador porteño del Frente de Todos Mariano Recalde anunció la suspensión del acto que se había convocado hasta entonces cuyo escenario era el Parque Lezama, en San Telmo. "Hoy amanecí con la esquina de mi casa literalmente sitiada. Las vallas colocadas por el Sr. Larreta son algo más que impedir la libre circulación. Son algo más que sitiar a la Vicepresidenta de la Nación. Quieren prohibir las manifestaciones de amor y de apoyo absolutamente pacíficas y alegres, que tienen lugar ante la ya inocultable persecución del partido judicial", denunció Cristina Fernández en una carta publicada en su web.

Desde el Conurbano Bonaerense, en donde estaba previsto para la tarde movilizar de manera local, también se dirigieron rápidamente hacia Recoleta. Tres de Febrero, San Martin, Lomas de Zamora, Morón, Malvinas Argentinas, Hurlinghan, La Matanza, Almirante Brown, entre otros. Efectivos de la Guardia de Infantería de la Policía de la Ciudad custodiaron a la sombra de las vallas a una multitud que, entre mates y tuppers de almuerzo, optó por sentarse en el asfalto y apoyar con cánticos, carteles y gritos, entre los que se destacó el "Cristina presidenta". Con la presencia de funcionarios afines desde temprano, como por ejemplo el diputado nacional Leandro Santoro, en las inmediaciones del barrio de Recoleta se limitó la circulación de vehículos, motivo que recibió quejas de vecinos y vecinas que querían ingresar. "Loco, yo vivo acá ¿por dónde paso?", gritó sobre 9 de julio y Arenales un hombre de un auto de alta gama, mientras que otra vecina que pasaba por la vereda con una bolsa de supermercado en la mano lo secundó: "Son unos negros de mierda".

La concentración en la esquina de Uruguay y Juncal, que se extendió sobre Paraná, Parera y Montevideo producto del vallado y la custodia policial, se autoconvocó sin un horario límite para la jornada del sábado. Jornada que, a pedido de la vice, no tenía como objetivo su casa sino distintas plazas a lo largo de la Argentina. "Cristina significa todo para nosotros. Nos devolvió la buena política, la dignidad de vivir y llegar a fin de mes con un trabajo", cuenta una mujer en una ronda de charla que se armó al calor de una parrilla llena de chorizos. "Cortaron una calle para que no la usemos y ahora vamos a ocupar todo alrededor", dice un hombre mayor, que llegó acompañado con su familia a la concentración y que, según dijo, pensaba quedarse "todo el tiempo que sea necesario".

Fotografía: Iván Perez.

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