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La educación en la grieta

La toma de los colegios porteños se mide en términos electorales y la discusión por las formas en las que los estudiantes reclaman le ganó a la cuestión de fondo. En el medio, la educación pública y la crónica de una degradación anunciada.

Por: Agustín Alvarez Rey
30 de septiembre de 2022

"Colegio en lucha porque Larreta no escucha", dice un cartel improvisado en la puerta del Nacional Buenos Aires, y una bandera lleva la misma consigna en el frente del colegio Mariano Acosta. Durante la semana que hoy termina fueron quince los colegios que estuvieron tomados y por lo menos una decena los que acompañaron el conflicto con asambleas. En el marco que dibuja el conflicto, los reclamos de la comunidad educativa se diluyen y queda sobrevolando la disputa -en términos netamente políticos- de los métodos utilizados para la protesta. En ese terreno el gobierno porteño asegura su victoria. El reclamo de los pibes por mejoras en las viandas, en la infraestructura y contra las "prácticas profesionales" quedó sepultado. La discusión sobre las formas y no sobre el fondo, una pasión tan argentina como el fútbol.

No hay sorpresa en el camino que emprendió el gobierno porteño para enfrentar el conflicto. Encuestas, focus groups y después. Horacio Rodríguez Larreta elije abandonar su supuesto perfil dialoguista y abrumado por los números que marcan una preferencia de los votantes de Juntos por el Cambio por Patricia Bullrich decidió derechizar su discurso y su accionar. En ese contexto denunció penalmente ante la justicia a alumnos, padres, docentes y no docentes que participen de las tomas.


El conflicto inexorablemente cayó en la grieta. La ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, acusó al kirchnerismo de fomentar las tomas. Desde el Frente de Todos sacaron a relucir la poca plata que se invierte en infraestructura escolar en comparación con la pauta oficial. En la radicalización del gobierno porteño los patrulleros recorrieron las escuelas, los policías de la Ciudad fotografiaron a estudiantes desde la puerta de los establecimientos y fueron los encargados de notificar a sus familias acerca de las acciones judiciales que el Estado emprendió en su contra. Todos, de un lado y del otro, sobreactuando en nombre de la educación.

El enfrentamiento entre la comunidad educativa y el gobierno de la CABA tiene como uno de sus puntos más visibles, entre otros, la toma del Mariano Acosta. Esa postal no refleja sólo un conflicto que permanece latente desde la sanción en 1993 de la Ley Federal de Educación sino que también es el reflejo de lo que la política porteña hizo con la educación pública en los últimos veinte años.

Urquiza y Moreno es la intersección del barrio porteño de Balvanera que cobija a la que fuera la Escuela Normal Nacional N° 2 de Profesores Mariano Acosta. En pleno corazón de Once, a sólo cinco cuadras de Plaza Miserere, hubo una vez allí una escuela pública pujante, de puertas abiertas, donde los candados se ponían sólo de noche y que albergaba a pibes de toda la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano. En ese colegio la política siempre fue parte del asunto, pero los reclamos nunca eran ni por las viandas ni por el hambre. La historia reciente lo demuestra. Ni siquiera hace falta ir a los años en los cuales Julio Cortázar caminaba los pasillos de columnas trabajadas a mano y pisos de mosaico. No hace falta tampoco recordar la oscura época de la dictadura cívico militar ni a los desparecidos que fueron arrancados de esa comunidad educativa. Es más acá. Es a fines de los 80 y principios de los 90. La lucha era por los salarios, por las condiciones edilicias y en contra de la Ley Federal de Educación. El hambre que ya arreciaba en buena parte del país, aún no había llegado al Mariano Acosta.

"El Acosta", así como le decían los pibes antes, o "El Mariano", como le dicen los pibes ahora, siempre mantuvo en alto su tradición política, su espíritu igualador y esa comunión entre docentes, alumnos y autoridades. Esa unidad que se llama comunidad educativa y que en este caso construye un sentimiento de pertenencia inalienable. Un sentimiento de pertenencia que compartía el hijo del encargado de edificio con el hijo del tachero, con la descendencia de abogados y médicos. Una escuela pública casi extinta en la Ciudad de Buenos Aires.

El ejemplo es el Mariano Acosta, pero podría ser cualquiera de los quince colegios que fueron tomados durante esta semana por sus alumnos o cualquiera de los otros tantos que acompañaron el reclamo por la mejora de las viandas y de la infraestructura, y en contra de las prácticas laborales.

Lo que está a la vista es la degradación de la educación en la Ciudad. La pregunta es qué hará la sociedad. O mejor dicho, los pibes, con lo que la política le hizo a la educación pública.



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