Política

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La primera derrota comunicacional del gobierno, de la calle a las redes

El oficialismo sintió el golpe de la manifestación popular. Las respuestas disparadas por medios tradicionales y redes sociales no tuvieron efecto

Por: Manuel Zunino
27 de abril de 2024

Es la primera vez que vemos al gobierno falto de reflejos para reaccionar ante un evento para el que tuvo tiempo de prepararse. Durante las horas posteriores a la marcha -tanto en las redes como en los medios- quedaron en evidencia los intentos por ensayar distintas réplicas en un minuto a minuto de prueba y error fatídico.

Primero el oficialismo perdió en la calle, donde solía tener cierto éxito a la hora de aplicar el protocolo de seguridad, pero en esta ocasión no pudo lograrlo, a pesar de las amenazas de la ministra. Luego, la incomodidad de la derrota fue confirmada por el propio gobierno, al intentar instalar una cifra sobre la cantidad de personas movilizadas mucho menor a la realidad.

También perdió en las redes, con la conversación social dominada por quienes reclamaban y cuantitativamente superior a las posturas en contra de la movilización.

Por último, en los medios tradicionales no le fue mejor, hasta los periodistas más permeables al discurso oficial encontraban demasiado falibles los argumentos del gobierno. El adoctrinamiento afuera! La falta de auditorías afuera! El acuerdo con las universidades afuera! El ajuste inevitable afuera!

Una de las metáforas que circuló como recomendación amigable de parte de estos periodistas fue que, en algunos rubros presupuestarios como la universidad pública, quizás sea mejor reemplazar la motosierra por el bisturí. Mientras que ninguno se animó a cuestionar los motivos y la legitimidad del reclamo.

La dificultad para volver exitoso su punto de vista demostró otra de las falencias que presenta el gobierno: no tiene un sistema de vocerías legitimado para hablar de temas específicos, que puedan asistir al presidente y licuar su potencial desgaste, sin necesidad de que pierda la centralidad que logró en este tiempo.

Esta vez al equipo de comunicación de Javier Milei liderado por Santiago Caputo le faltó creatividad y terminó apelando a una repetición inercial, lo cual resulta llamativo para un gobierno que prioriza la comunicación sobre la política.

De todos modos, hubo una escucha tardía del presidente, con reconocimiento a la nobleza de la causa pero envuelto en el acto reflejo primario de definir la movilización como una movida cuya finalidad era desestabilizarlo y proponer una lectura exclusivamente político-partidaria.

En este sentido, la decisión de señalar a los dirigentes opositores que participaron fue un error no forzado, ya que el 80 % de los argentinos -según distintos estudios de opinión- valoran el sistema público universitario y necesitan ser representados. Pero Milei renunció explícitamente a hacerlo y puso a sus adversarios en ese lugar.

Además, la movilización fue transversal en términos de género, edad, clases y también de ideologías políticas, por lo cual una parte de la base electoral de Milei en el balotage participó o adhirió. En las próximas semanas veremos si produjo algún impacto en su imagen y valoración.

Por el momento, en un contexto en que el 70 % de las y los argentinos presenta dificultades para cubrir sus necesidades básicas o directamente no llega a fin de mes, la valoración presidencial continúa gozando de un apoyo considerable. La imagen de Milei cayó en enero, febrero y marzo, pero tuvo un repunte en abril y en nuestro último registro se ubica en un 49 % de positividad.

Por ahora, tiene a favor dos indicadores que le permiten contar con cierto grado de paciencia social. En primer lugar, no es considerado el principal responsable de la situación económica, ya que recae sobre Alberto Fernández y Mauricio Macri. Segundo, si bien el promedio de imagen de Milei no es tan alto como afirma el propio presidente, el resto de la dirigencia política nacional está debajo de él. No se puede medir su fortaleza sin ponderar la debilidad de sus adversarios.

Si analizamos los movimientos de Milei de acuerdo con los niveles de confrontación que sostiene desde el día cero y la numerosa cantidad de peleas que eligió dar, es evidente que no busca construir mayorías, sino una primera minoría cada vez más intensa. La comunicación en torno a la movilización universitaria operó -por incapacidad o decisión- en este sentido, priorizando consolidar ese segmento de apoyo duro a partir de gestos antipolíticos.

El presidente volvió a redoblar la apuesta al día siguiente con su presentación en el foro de la Fundación Libertad. Es genuino y juega al límite, pero corre el riesgo de enamorarse de sus formas de comunicar y que el exceso de confianza que demuestra pase a ser visto como pura soberbia y desconexión de la realidad.


(*) Sociólogo y director asociado de Proyección Consultores

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