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La salud mental en escena: un puente hacia la comprensión y la sanación

Quien esté libre de ansiedad y depresión, que arroje el primer blíster. Actores y actrices argentinas convierten sus propios diagnósticos psiquiátricos en guiones para la empatía y felicidad de todas y todos

Por: Eugenia Tavano
27 de mayo de 2023

Es sábado a la noche y una larga fila de gente (milennials, en su gran mayoría) espera para ver El show de Nachito Saralegui en el Teatro Maipú de Banfield. El actor platense, también youtuber, sale pasadas las 21 para saludar desde un escenario donde no hay más que un micrófono de pie y una guitarra eléctrica. Aplausos y chistes mediante, enseguida arranca una rutina que atravesará todo el show, basada en la historia de las crisis y ataques de pánico que el cómico empezó a sufrir en su infancia. Miedo a la muerte, insomnio, rituales obsesivos compulsivos repercuten en el público con tanta crudeza como imprevista gracia. La risa, la carcajada, se lleva bien con la compasión.



Nachito recuerda a su primera psiquiatra, una que consiguió aterrorizarlo hablándole de El exorcista. También cuenta cómo su mamá intentó, desesperada, sacarlo de una convulsión tirándole talco Veritas. Así aparece el TOC y su número fetiche: el ocho. Ocho veces decir la misma frase para no desaparecer; ocho veces subir y bajar la escalera. Llega después la pregunta a la audiencia: ¿Cuál es su TOC? Muchos y muchas levantan la mano: hay quien teme que se le peguen los dedos y no puede evitar abrirlos a cada rato. Otro que no pisa las juntas de las baldosas. El espectáculo sigue y entre canciones y gags sobre otros temas, se sabrá también que el actor de Porno y helado toma un antidepresivo, que tiene contraindicado fumar porro, y que por suerte todo cambió cuando dio con la terapia apropiada.


El show de Nachito Saralegui.


"Durante mucho tiempo los medios de comunicación reflejaron estas situaciones o condiciones de una manera edulcorada o idealizada. Sin embargo, estas nuevas propuestas artísticas en primera persona las muestran de una manera más cruda, y siempre es interesante que las personas puedan compartir sus conflictos y su forma de vivir", cuenta a El Editor Karina Guerschberg, directora General de la ONG Senderos del Sembrador.


En los últimos tiempos de hiperexposición, los artistas que hacen humor o crean a partir de sus diagnósticos psiquiátricos se cuentan por decenas en el mainstream anglosajón (con predominio del stand up, como se ve claramente en las plataformas digitales). Ahora, la tendencia ha tomado impulso en estas Pampas y con su singularidad, más allá de que en la tradición del cine y la tele estos temas siempre fueron abordados. Incluso en el Multiteatro se ve hoy Las cosas maravillosas, unipersonal escrito por los británicos Duncan Macmillan y Jonny Donahoe, donde la protagonista (Lali González, bajo la dirección de Mey Scápola) habla de las experiencias de una niña con una madre depresiva. Pero lo que empieza a instalarse es un registro distinto; uno que emerge entre la biografía y la ficción pura cuando alguien lleva a la escena, ya no a un panel, su propia subjetividad.


"El teatro siempre fue mi lugar en el mundo. Todas las cuestiones que me atraviesan de una u otra forma, mas allá de mi propia existencia, terminan siendo materia prima para mis creaciones", explica a este medio Mariela Asensio, actriz, directora, dramaturga y docente y una de las referentes más prolíficas del teatro actual. Como autora e intérprete, a fines de 2021 estrenó La casa oscura, un show documental sobre la salud mental, donde junto a su colega y amiga de años Maruja Bustamante y bajo la dirección de Paula Luttini, vuelven performance sus personalísimas experiencias.


Lali González y Mey Scápola durante un ensayo de Las cosas maravillosas.


"Un día, chateando con Maruja, le conté lo que me estaba pasando y ella me abrió también lo suyo, y nos dimos cuenta de que las dos teníamos una obra en común para hacer, y la hicimos", sigue Asensio. En su caso, eso que compartió con su amiga fue un diagnóstico de TOC. Bustamante, por su lado, le contó acerca de su depresión. "En un punto sentí alivio. Porque cuando te cuesta mucho salir de ciertas lógicas, empezás a creer que estás loca, y no hablás por miedo a lo que puedan pensar los demás. A mí me ayudó muchísimo a entender y sobre todo, a transitar mejor lo que me pasa".


Como parte de esa camada disruptiva que a fines de los '90 y principios de este siglo marcó el teatro nacional con artistas entre los que también se encuentran José María Muscari, en La casa oscura las actrices se entregan a un musical estridente donde no faltan el pop y el trap, los recursos multimedia, y todo atravesado por un humor que pulveriza la solemnidad y se convierte en puente hacia posibles momentos mejores. "El teatro es pura sanación", continúa Asensio. "Porque cuenta con los recursos para volver aquello que parte de la realidad, en un espectáculo. Es decir, hay un dispositivo que trasciende lo autorreferencial. Aquello que la obra narra ya no me pertenece, es material y discurso colectivo".


Santiago Korovsky y Nilda Sindaco como Betty en la serie División Palermo.


"Desde mi perspectiva, hubo un cambio en la mirada inquisidora o despectiva a nivel social", suma Guerschberg. "En general, se teme a los problemas de salud mental o de discapacidad mental porque siguen portando, más que un tabú, un estigma. Por ejemplo, uno no tiene problema de decir que va al médico porque le duele el estómago, pero si está con una crisis de ansiedad, hay mucho prejuicio en contar que vas al psiquiatra". En ese sentido, la especialista resalta la importancia de División Palermo, la comedia de Santiago Korovsky que puso en foco, de manera brillante, la discapacidad y la diversidad, y en la cual uno de los personajes que más feedback logró con el público fue el de Betty, encarnado por la actriz Nilda Sindaco, quien vive en el Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano.


Mientras encara una gira con La casa oscura como parte de un ciclo del Ministerio de Salud "La salud en escena" (la próxima parada es Puerto Madryn, el 5 de junio), Asensio dirige No me llames (que también escribió y se ve en el Teatro del Pueblo), entre otra media docena de obras en cartel, en las que cumple distintos roles. En cuanto a la primera, Asensio comparte: "La obra genera mucha empatía por la identificación, porque el hecho de saber que eso que contamos es, de alguna manera, algo que pasó en la realidad, conmueve. Sin embargo, la obra ya trasciende a quienes la hacemos. La escena construye un código poético y lo que llamamos real ya deja de serlo. Esa es la única forma de que acontezca lo que tiene que acontecer. Sino sería un embole. La obra tiene canciones, coreografías, audiovisuales, mucho humor y emoción. Es una construcción poética que empieza a parecerse mas a la ficción. De eso se trata la creación".


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