Cultura
Argentina celebró por décadas distintas producciones que lograron convertirse en grandes éxitos de la tevé abierta e incluso, en verdaderos fenómenos sociales. Aunque el género pudo reinventarse, el avance del streaming y otros signos de la época hoy lo desplazaron como opción de entretenimiento
Por: Eugenia Tavano
8 de julio de 2023
Leonor Benedetto y Betiana Blum, Rosa de Lejos y Luisa Kuliok en escena de La extraña Dama.
En la actualidad, aquello parece muy lejano. "Entiendo que eldeclive en la relación entre la industria ficcional televisiva y las temáticas sociales se relaciona con la baja programación de ficción por parte de los canales, y la irrupción de las plataformas de contenidos audiovisuales internacionales", señala Leonardo Murolo, Doctor en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Quilmes. "La producción estandarizada de estas empresas del mainstream funciona con formas probadas y estereotipadas como el thriller, las biopic y la sitcom, que retoman algunos signos de cada país donde producen ficción, pero en general no recuperan modismos locales para poder internacionalizar en un mercado global estos contenidos".
Otra variable que entró a tallar para que la telenovela perdiera su podio, especialmente en el horario vespertino, una franja que desde hace mucho no ocupan producciones nacionales, fue el cambio en el estilo de vida. "La televisión siempre segmentó sus audiencias alrededor de las actividades laborales, de estudio y de cuidado. Las telenovelas de la tarde, con intención de ser vistas por mujeres, estereotipaba su nicho de mercado en amas de casa que luego del mediodía podían tomarse esa hora para ver televisión, mientras realizaban alguna otra tarea. Se entiende que esa presunción queda trastocada con la hiperactividad e hiperproductividad en la que estamos inmersos", opina Murolo.
Juan Minujín y Juan Sorini en Viudas e hijos del rock and roll y Ana María Orozco con el elenco de Yo soy Betty, la fea.
Murolo vuelve sobre la competencia que implican los nuevos consumos: "Para el siglo XXI, con la tercera Edad de Oro de la ficción televisiva, las series tomaron la delantera y propusieron personajes más ambiguos que la clásica estructura heroína-galán-contrafigura. Los roles protagónicos son 'nuevos malos' que realizan acciones que nosotros no haríamos, pero a la vez queremos que les vaya bien. Desde Tony Soprano, hasta Walter White y Dexter, personajes con quienes generamos empatía, a la vez que repudiamos sus acciones. En ese contexto, la telenovela parece ver temblar sus cimientos principales hacia otros gustos impuestos o generados por las audiencias en el marco de historias desarrolladas por elencos corales, personajes más difusos, historias más cortas, divididas por temporadas". Sin embargo, apunta el investigador, las plataformas incluyen en su catálogo clásicos como Yo soy Betty, la fea o Café con aroma de mujer. Y menciona la que tal vez sea la única excepción en la tele local: Argentina, tierra de amor y venganza, que se emite en las noches de El Trece.
Queda claro que, entre tantas reconfiguraciones, la tradición argentina de la telenovela hoy enfrenta un panorama complejo. Puestos a mencionar algunas de aquellas producciones nacionales que dejaron huella (no hay que olvidar grandes éxitos que llegaron desde Venezuela, México, Colombia y más recientemente, Turquía), rescata Murolo: "En las décadas de los '80 y '90, las protagonizadas por Luisa Kuliok y Arnaldo André, o las de Andrea Del Boca y Gustavo Bermúdez, fueron canónicas del género y significaron verdaderos acontecimientos mediáticos. Aunque no se lo propusieran de manera central en su narrativa, por momentos, tematizaron problemáticas sociales de su contemporaneidad". Por su parte, Melo recuerda a Rosa de lejos, "una novela peronista en época de dictadura que valoraba el mundo del trabajo, el progreso de una trabajadora y una mujer madre soltera", y también a La extraña dama, que, según recalca, fue uno de los últimos teleteatros vespertinos.
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