Ciencia
En la provincia de Buenos Aires, investigadores desentrañan el impacto de los plásticos en suelos y aguas. Una batalla crucial contra la contaminación ambiental
Por: Fernando Fuentes
10 de febrero de 2024
A comienzos de año, el presidente Javier Milei recorrió
por aire 3600 kilómetros hasta llegar a Base Marambio, en la Antártida. Su travesía
hacia el continente blanco fue para el lanzamiento de NUTEC Plastics. Una iniciativa
del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en la que participa la
Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Conocer el rol de la contaminación por plásticos
en los océanos, o del uso de tecnología nuclear para contrarrestar este
problema ambiental, vale el esfuerzo. Aunque para entrar en contacto con
microplásticos -o con científicos y científicas que los estudian- con una
escapada al partido de Moreno, o a la ciudad de Tandil alcanza.
Es que dos investigaciones recientes, del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la
universidad pública, ayudan a entender a estos contaminantes de los suelos y
aguas bonaerenses.
Primera parada: Cuartel V, en Moreno
En la tierra los niveles de plásticos de
distintos tamaños pueden ser 4 a 23 veces más altos que en el agua. A pesar de ello, poco se conoce de la
presencia en el suelo de macroplásticos, mesoplásticos, microplásticos, o
nanoplásticos.
Y menos se sabe aún del impacto que tienen en
tierras agrícolas. Por eso un nuevo estudio, de un grupo de la Universidad
Nacional de General Sarmiento (UNGS), despierta interés. Se publicó en la
revista Science of The Total Environment y pone el microscopio en plásticos que
cubren cultivos en huertas.
La zona elegida es Cuartel V, en Moreno, al oeste del Gran Buenos Aires. "Es el área hortícola más cercana a la UNGS. Desde hace 20 años estudiamos allí el impacto de prácticas productivas. En 2015 nos dimos cuenta de que el recubrimiento de suelo con films de polietileno incorporaba gran cantidad de plástico a esta matriz ambiental", señala a El Editor, Javier Montserrat, investigador de CONICET e integrante del Grupo de Química de Contaminantes Orgánicos, del Área de Química Ambiental de la UNGS.
Algunas huertas, que entre 2015 y 2022 no habían
tenido actividad productiva, ni la incorporación de plásticos de otras fuentes,
revelaron algo que sucede: los plásticos más grandes, por mecanismos de los
suelos, se degradan a plásticos más pequeños.
"En principio, el objetivo fue relevar y
caracterizar los micro, meso y macroplásticos incorporados en la capa
superficial del suelo. Pero notamos que más del 80 % de las muestras eran
polietileno negro de baja densidad, también conocido como mulching negro. Y
dada la abundancia, lo seleccionamos para el estudio de mecanismos de
fragmentación", comenta Giselle Berenstein, investigadora de CONICET e
integrante del citado grupo de la UNGS.
Nicolás, Yamila y Paulina son parted el equipo de investigadores.
De Moreno, a Tandil
Otra investigación, publicada en la revista Environmental
Pollution, permite llegar a Tandil, en el sudeste de la provincia de Buenos
Aires. Allí un grupo de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires (UNCPBA) desde 2019 analiza residuos plásticos en cursos de agua.
Y lo hacen en el Langueyú, un arroyo de bajo caudal, que va por el casco
urbano. Está contaminado por distintos agentes y los microplásticos dicen
presente.
"El arroyo recibe los efluentes de las
plantas de tratamiento de residuos líquidos, además de las descargas pluviales.
Encontramos una alta concentración de microplásticos. Varían entre 10 mil y 70
mil microplásticos por litro de agua en el punto más contaminado. Y esto
depende del momento del año", comenta Susana Montecinos, investigadora de
CONICET, e Integrante del grupo Materiales Compuestos y Mezclas Poliméricas del
Instituto de Física de Materiales Tandil (IFIMAT).
Montecinos menciona que "la mayor parte de
los microplásticos que llegan vienen de los efluentes de las plantas de
tratamiento". Además, señala que registran un incremento notorio durante
los meses de invierno. "Los microplásticos corresponden entre un 60 y 90 %
a microfibras. Y provendrían de la descarga de los lavados de ropa
domiciliarios", refiere la investigadora.
Huerta con plásticos.
¿Por qué es importante que estas investigaciones
se realicen?
"La toxicidad de los micro y nanoplásticos
para el ambiente y la salud humana es un tema en estudio. Pero los más
peligrosos, son los más pequeños, ya que atraviesan membranas celulares de
vegetales y animales", señala Montserrat.
Una investigación holandesa en 2022 encontró
microplásticos en la sangre de humanos. "Se ha corroborado la presencia de
microplásticos, tanto en la vida animal, como humana. Pero los efectos en la
salud no son claros, faltan estudios al respecto", dice Montecinos.
Otras inquietudes son el transporte de tóxicos, como
metales pesados y herbicidas, en la superficie de los plásticos. O el papel que
tienen factores ambientales, como la radiación solar, en la fragmentación.
Queda camino por delante en estas
investigaciones. Durante 2024, el grupo de la UNCPBA espera optimizar métodos
que ensayan en el laboratorio para remediar cursos de agua. También analizarán
el Lago del Fuerte, un emblema turístico de la ciudad. Montecinos refiere que
tienen subsidios que permitirían continuar las investigaciones.
Por el lado del grupo de la UNGS, creen que 2024
será complejo. "Prevemos una situación muy difícil, hay cosas más básicas
en duda, como el financiamiento de trabajos prácticos experimentales, en
materias de carreras de nuestra universidad", dice Montserrat.
Berenstein lamenta el contexto actual en donde
"la ciencia pareciera no ser una prioridad, al momento de asignar
recursos, pero si a la hora de recortes". Ella y su grupo esperan este año
investigar el transporte y movilidad de los microplásticos en los suelos. También
buscan cuantificarlos en vegetales.
A nivel global, cada año se producen 430
millones de toneladas de plástico. Y la mayoría termina en distintos
ecosistemas. Ya entidades han indicado, entre otras medidas, la necesidad de
reducir el empleo de plásticos de un solo uso. Pero también señalan lo
conveniente que resultan investigaciones en este tema.
Algunas darían con biopolímeros, un mulching
orgánico, o procesos para reducir microplásticos en los arroyos. Es que, sin
ciencia, no hay futuro, o si lo hay, es un poco más triste, opaco y aburrido. Y
esto rige para la remota Antártida.
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