Sociedad
El caso permanece impune y refleja la persistencia del odio racial y los tiempos de la Justicia
Por: Silvana Avellaneda
10 de febrero de 2024
Hace
23 años permanece impune el asesinato de la migrante boliviana Marcelina
Meneses y su bebé, Joshua Torres, de 10 meses. Un 10 de enero de 2021 fueron
arrojados a las vías del tren Roca en marcha, antes de llegar a la estación
Avellaneda.
La
fecha no fue casual: el ataque racista y xenófobo estaba fogueado en el
profundo descontento que ya arrastraba el gobierno de Fernando de la Rúa. Los
contextos de crisis social y económica son históricamente el caldo ideal para
que la frustración social tenga en el extranjero, un chivo expiatorio.
"El crimen de Marcelina en 2001 es un ejemplo
de las caras mas extremas de la discriminación y xenofobia existentes en la
sociedad que se ven exacerbadas cuando los discursos públicos apoyan la idea de
que las personas migrantes son causantes de la crisis", explica a El Editor, Lucia Galoppo, co-coordinadora del Área de Atención Directa de la Comisión
Argentina para Personas Migrantes y Refugiadas (Caref).
"En
la actualidad -destaca-, observamos con preocupación, como alguno de estos
discursos resurgen, responsabilizando de la crisis económica a la población
migrante que accede a servicios públicos. Discursos que difunden la idea de que
la criminalidad está asociada directamente a la población extranjera".
La
muerte de Marcelina fue un antes y un después incluso para la vida de Reyna
Torres, su cuñada.
"Después
de 2001 pude ver aún más la problemática de la comunidad migrante", cuenta y
continúa: "El caso de Marcelina permitió derogar la ley Videla para que salga
la nueva Ley de Migraciones 25871". Galoppo, además, indica que ese cambio
logró una protección legal a quienes llegan desde otros países.
"La
ley de migraciones vigente desde 2003 deja clara la lógica de la política
migratoria posicionándose como garante del derecho humano a migrar con la
obligación de facilitar la residencia regular, protegiendo a las personas de la
explotación y la violencia y facilitando la integración", explica.
Con
esto, el Estado "tiene la responsabilidad de prevenir los discursos de odio y
la discriminación mediante acciones directas de sensibilización y difusión de
datos e información fundada", explica a El Editor.
Además,
la normativa promueve "facilitar la integración de las personas migrantes incluyéndolas
en las políticas sociales y evitando generar políticas discriminatorias".
De
todos modos, las leyes no logran cambiar una matriz de prácticas racistas, "micro
racismos" cotidianos. En el aluvión migratorio de inicios y mitad del siglo XX,
los destinatarios de la frustración fueron "los gringos", llegados escapando de
una Europa en guerra.
Desde
los '90 a esta parte, los provenientes de países limítrofes que, por rasgos,
tonos de piel y costumbres son ajenos a nuestra propia idea del deber ser del buen
migrante. Son más ajenos al país que los europeos que también llegan.
Para
Galoppo, "la xenofobia y el racismo "existen y tienen distintas formas de
expresión en distintos contextos: desde los cantos en las canchas o los 'chistes'
aceptados socialmente, las manifestaciones más extremas como la negativa de
atención a personas migrantes en las instituciones públicas, los discursos que
criminalizan la migración o acusan a las personas extranjeras de la
crisis hasta las políticas públicas que excluyen a la población migrante".
"Mayoritariamente
la discriminación se dirige a las personas provenientes de los países
limítrofes y a la población afrodescendiente o africana-destaca-, por un
discurso instalado de una división entre 'migrantes deseados' y 'migrantes
indeseados'".
El ideal de la Argentina europea "y de bien" proclamada en la constitución.
Qué
pasó entonces
El
caso se cerró sin sentencias. La única certeza: Marcelina y su hijo, muertos. En
las brumas de la impunidad desapareció el guarda del tren, que ni siquiera
respondió las citaciones judiciales.
Tambien
quedaron en esa bruma del ataque racista y xenófobo quien o quienes la
empujaron, molestos porque Marcelina, con su hijo en la espalda y bolsas en la
mano, rozó a alguno de sus eventuales compañeros de viaje.
Eso
bastó para que un "dale, boliviana de mierda, movete ¿No te fijás por
dónde caminás?", despierte la bestia que la empujó a las vías con el tren
en marcha.
Un
guarda, ante el tumulto de insultos racistas, se fue de la escena con la frase:
"Siempre hay algún quilombo con estos bolivianos"
Marcelina
vivía con su esposo y dos de sus hijos en Ezpeleta. Trabajaba como repositora
de un supermercado. Y había llegado desde Cochabamba para trabajar y enviar
dinero a Bolivia, en donde su hija mayor requería un costoso tratamiento
médico.
Pese
a que coordinadoras de esclarecimiento y su familia rogaron que los testigos
ayudaran a encontrar responsables, sólo el pasajero Julio César Giménez se
presentó para declarar en la causa.
Cuando
familiares y colectivos de mujeres bolivianas fueron hasta Plaza de Mayo a
visibilizar el pedido fueron echados al grito de "bolivianos de mierda, la
plaza es de las Madres".
Giménez
fue amenazado y tuvo intentos de sobornos por parte de Trenes Metropolitanos
para evitar su declaración. Murió hace unos 11 años y jamás modificó su
testimonio.
La
versión de la empresa fue que Marcelina caminaba por el sector de vías cuando
fue "rozada" por el tren.
La
causa fue cerrada y el caso, sigue impune. La antesala de la crisis económica y
social de 2001 ya se respiraba en los trenes.
La
familia y grupos de mujeres de la colectividad no se dieron por vencidas.
Lograron que desde 2012, cada 10 de enero, se conmemore el Día de las Mujeres
Migrantes en la Ciudad de Buenos Aires.
Un
día que parece pasar de largo cuando la migrante es de esos grupos que tanto
escozor provocan a la arraigada idea, aún en los progresistas sectores, de una
Argentina blanca.
Con
un cambio de paradigma, hace tres años desde el Área de Géneros de la empresa
de Trenes, se hicieron tareas de difusión y concientización en la línea Roca.
Froilán
Torres, su esposo, y Reina Torres, cuñada de Marcelina, motorizaron en la que
fuera la casa familiar en Ezpeleta, la creación del Centro Integral de Apoyo a
la Mujer Migrante "Marcelina Meneses". Brinda contención y
asesoramiento en uno de los territorios con mayor cantidad de migrantes de
países limítrofes en el área metropolitana.
Pese
al escarnio, la soledad y el dolor, las muertes de Marcelina y Joshua tal vez
no fueron en vano.
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