Aguafuertes

Aguafuertes

Morir en el agua

Por: Facundo Pedrini
22 de abril de 2023

Le preguntaron al chat de inteligencia artificial cómo se entierra a un tipo en el rio pero no conoce lo que no flota.

En el Delta no hay tumbas, hay cenizas. Los que se vinieron a esconder para morir o a morirse para no esconderse más. Walsh se refugió en una casa alquilada en el Rio Carapachay después de escribir Operación Masacre. La llamó "Loriley". En 1971 volvió y la bautizó "Liberación". Sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin teléfono, con el pasto largo, una máquina de escribir, un disfraz de sacerdote, un par de fierros y un muelle clandestino. Sin nombre pero con número: 459. En un territorio cercado, todo lo que viene de lejos es sospechoso, pero estar cerca del agua era estar lejos de la muerte, como un mapa del cielo que retrasa la próxima emboscada.

Carta abierta de un navegante a una junta de escritores

"Mi abuelo le traía comida, agua, verduras, tabaco y whisky a la madrugada, le indicaban que deje la mercadería en el muelle y después iba siempre alguien distinto a pagarle. Le decían 'la casa de la Bañadera', también por acá cerca alquilaban Piglia y Quino", dice Sebastián, cuarta generación de capitanes de una lancha almacén, con provisiones para vivir 2 años sin tocar tierra. "Muchos escritores terminaron en el Delta. Lugones se envenenó y las cenizas de Arlt también se tiraron por acá, pero el rio es mi biblioteca. Lo único que sé hacer es navegar. A mi dejame acá arriba, no me gusta la sensación de la tierra dura. Para mi trabajar es conectar con lo que viene de lejos. Me quiero morir en el barco". Sebastián quiere morir en el agua. Es un hombre sin calendarios terrestres, con ojos de varios mundos, ninguno de tierra. Se zambulle, tira unas brazadas y sólo deja que la cabeza le quede en la superficie, el rio lo hace pez, como a Walsh, porque tirarse al agua es cambiar de nombre.

"De acá se van los jóvenes, no saben qué hacer en una isla" dice Beatriz, maestra en la escuela primaria número 17 "Enrique Adamoli" de la primera sección de Tigre. "Los viejos vienen al Delta a envejecer porque el ruido pasa cada tanto, pero mis alumnos van al centro a vivir. Duele formar para que se vayan, pero después del terminar el secundario se quedan sin actividades, flotando, sin que nada los fascine y en parte es lógico porque no hay mucho por hacer". El Delta es como un barrio que nunca está en obra. Los que se quedan, son los fascinados. No hay tantos vecinos yendo a algún lado. Nada se va al carajo. La velocidad la pone el agua. Muchos portan una soledad completa, conocida, como los años de la gente común, como ese pacto espiritual de los que salen a flote. "Lo que más duele es que los que se van, no vuelven más. Ni a visitar. Cuándo sus padres se mueren se desesperan para enterrarlos allá, cerca de la mayoría"

La corriente tiene una rutina.
El rio tiene una rutina.
El cielo tiene una rutina.
Todos tienen razón.

Algunos muertos nadan.