Punta Walichu: Almorzar en una cueva y con arte rupestre

A solo 8 km de El Calafate, una experiencia invita a disfrutar de una comida exquisita en plena naturaleza, con vista al Lago Argentino y al pasado.

26 de septiembre de 2022

Fotos: Gentileza Nativo Experience y Cristina Mahne

Estar en El Calafate y haber quedado boquiabierto frente a las paredes de hielo del glaciar Perito Moreno siempre se continúa con la misma sensación. Uno se sostiene en las pasarelas, aferrado a una pregunta ineludible: después de ver esto, ¿qué? Porque parece no haber mucho más lugar allí para la sorpresa, la emoción, el descubrimiento y el asombro. Pero no: basta con tener medio día por delante (una mañana o una tarde), y darle la oportunidad a esas tierras patagónicas, tan bellas como inhóspitas, de entibiar nuestro corazón con un almuerzo o una cena -mágicos ambos- en una cueva, muy cerca de un puñado de pinturas rupestres.


La experiencia cautiva a viajeros de todas las edades, no solo porque despierta en cada uno ese ánimo ancestral de explorar y aprender sino porque además no demanda ningún esfuerzo físico, ninguna preparación especial. Es apta para cualquiera con ganas de viajar al pasado y sentirse expedicionario por un rato, pero de la manera más cómoda.
Aunque también se puede ir de manera particular (info más abajo), Nativo Experience propone salidas diarias, durante todo el año, desde El Calafate y en 4x4. Partiendo de la ciudad hacia el este, se recorren unos 20 km bordeando el Lago Argentino, hasta llegar al acantilado Punta Bonita, desde donde se obtienen buenas panorámicas, tanto de ese espejo de agua como de la ciudad y de la Cordillera de los Andes.
Luego, se desciende hacia la costa, hasta llegar al sitio arqueológico que se ubica a solo 8 km del centro de la ciudad y en el que un cartel da en la tecla. "RESPETE EL SILENCIO" dice. Y está bien, porque esa consigna permite detenerse a pensar en lo que, 145 años antes, vio allí mismo Francisco P. Moreno.



En uno de sus diarios, Viaje a la Patagonia Austral (1876-1877), el célebre perito escribió: "Febrero 19, mal tiempo... Salgo a caminar y hago un descubrimiento interesante. Las barrancas verticales están cubiertas de signos trazados por la mano del hombre (...) Punta Walichu es el nombre que he dado a este promontorio". Walichu, o Gualicho, es la denominación de una deidad tehuelche, en lengua aonikenk.
Siguiendo sus pasos intrépidos, se hace una breve caminata hasta los vestigios que deslumbraron a Moreno. Escenas de caza, adoración a la naturaleza y sus dioses, celebraciones impartidas por chamanes, autorretratos, huellas de animales, manos en positivo y negativo y diseños de laberintos son algunos de los motivos reflejados en este sitio donde se descubrieron las primeras pinturas rupestres de Santa Cruz pertenecientes al Paleolítico.

Todo indica que para hacer ese arte sobre piedra hace más de 4.500 años, los pueblos originarios usaban desde plantas trituradas hasta minerales, médula de hueso de guanaco y huevos de choique (ñandúes patagónicos).
Se cree que eran las mujeres tehuelches las responsables de plasmar sus vivencias en roca, en colores rojos, amarillos, negros, blancos y ocres. Las técnicas utilizadas incluían dígito pintura, el uso de motas de pelo como pinceles y el soplado con la boca a través de huesos de guanaco ahuecados.
Los que quieran aprovechar mejor la oportunidad, pueden descargar antes del viaje la audio guía que se ofrece en https://puntawalichu.com/ y llegar ya con información.
Este asentamiento humano fue relevado por arqueólogos de la Universidad de la Plata en 1988. Y Punta Walichu fue declarado como Sitio Arqueológico y de interés Provincial y Nacional por la Cámara de Diputados de la Nación en 2009.
Ahora, una réplica de un chenke o tumba tehuelche y otra de la estructura de un kaú o choza sirven para recrear las costumbres de los primeros habitantes de la región.
Tras una caminata a lo largo de los 500 metros que ocupan los paredones con pinturas, se accede a la última cueva, que está elevada, calefaccionada, iluminada y especialmente acondicionada para disfrutar de un almuerzo o de una cena que ninguno de los comensales olvidará jamás, por el entorno y por el menú.


Una sopa de calabaza exquisita y una cazuela de cordero de antología, servida en pan de campo sobre mesas de madera, son ideales para reconfortar a los viajeros. Además, hay opciones veganas, vegetarianas y aptas para celíacos. Una espesa y maravillosa mousse de chocolate pone el broche dulce a la comida, que se sirve con vista al lago en una postal que ojalá detuviera los relojes.
En las cenas, los guías reparten unos ponchos que son muy bienvenidos en esa estepa seca, ventosa, sin más reparo que el de las paredes de la caverna. Se sugiere llevar siempre calzado cómodo, más gorro, guantes y abrigo todo el año. Y muchas ganas de aprender en este deslumbrante museo a cielo abierto.

¿Cómo llegar?

Desde El Calafate, tomar la Avenida Libertador hasta la RP 11. Continuar hasta el km. 6, donde hay que doblar a la izquierda por una huella de unos tres kilómetros que lleva all estacionamiento, junto al Lago Argentino. Una vereda que desciende a la playa conduce hasta el Centro de Interpretación de la Estancia 25 de Mayo, donde hay una confitería. A partir de allí un guía lo llevará hasta las cuevas. También se puede acceder de manera particular o contratando la excursión de Nativo Experience.




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