Versiones hay muchas. Una cuenta que se conocen desde 2017, cuando la segunda esposa del ex presidente de Brasil falleció de un ACV que él no dudó en atribuir a las derivaciones del escándalo de Lava Jato. Esa es la versión que prefieren repetir los partidarios de Lula y, en general, todos los simpatizantes del Partido de los Trabajadores (PT), la propuesta con más chances de ganar las próximas elecciones, fijadas para el 2 de octubre.
Sin embargo, hay una segunda versión de esta historia. La que cuenta que Lula Da Silva (73 años, ex presidente del Brasil y co-fundador del Partido de los Trabajadores) conoció a Rosángela Da Silva, o Janja, cuando ella tenía poco más de veinte años y él ya comenzaba a ser una figura política reconocida.
Algo es real: de esa fecha data la afiliación de ella al partido de Lula, y desde entonces también data su simpatía por esa propuesta política más cercana a la izquierda. Con el tiempo, Rosángela se anotó en la Universidad de Paraná, Brasil, de donde egresó con un título en Sociología. Se sabe que estuvo casada, que no tuvo hijos y no mucho más. Definitivamente, y más allá de su sonrisa constante, la esposa de quien posiblemente se convierta en el próximo huésped del Palacio de Planalto (la casa de gobierno brasileña) es muy discreta acerca de cuestiones personales.
Con todo, se supo que mantuvo con Lula contacto político desde mucho antes de iniciar una relación amorosa. Y esto no solamente por su adscripción al Partido de los Trabajadores sino también porque habrían compartido encuentros en mitines y actos de campaña. Cabe recordar entonces que Lula llegó a la presidencia después de cinco intentos. El 2 de octubre irá por su nueva oportunidad y esta vez será con Janja a su lado.
Por estas horas, ya casi sobre el cierre de campaña, los dos candidatos a la presidencia de Brasil han echado mano de todos los recursos a su alcance para sumar un voto más. Y, desde luego, sus esposas no han sido la excepción. El motivo es que el electorado femenino realmente puede aportar los números que hagan la diferencia. Es por eso que, por ejemplo, hasta un misógino de pura cepa como Jair Bolsonaro ha comenzado a aparecer en los actos públicos a acompañado por su mujer, la impecable Michelle, a quien presenta como "una mujer de Dios".
En el masivo encuentro del pasado 7 de septiembre, un acto oficial por el bicentenario de Brasil que terminó convertido en un verdadero congreso bolsonarista, la hizo pasar al frente del escenario y una vez allí, el papelón: "Mi mujer siempre está a mi lado, aunque a veces también está delante de mí", dijo el presidente, en una obvia alusión sexual que sus fanáticos festejaron con aplausos y silbidos.
Después, Bolsonaro se autodefinió como "imbrochavel" (una palabra que, de tener que traducirla, podríamos reemplazar por alguien que vive en perpetuo estado de erección), luego dijo que ella era "una princesa" y la comparó- sin nombrarla- con Rosángela. Todo en cuestión de minutos y frente a las cámaras de todo el mundo. Michelle sonrió, dejó que él la besara y bajó la vista.
Lula, en cambio, se refiere a Janja como su "compañera" y no pierde oportunidad de contar lo enamorado que está. Según él, "como cuando tenía veinte años", que son exactamente los años que le lleva a su mujer. Si bien se dice que comenzaron a salir poco después de la muerte de la última esposa de Lula (Marisa Leticia Rocco, la madre de sus tres hijos), lo cierto es que "formalizaron" recién en 2019.
Janja, según algunos medios brasileños, lo visitó mientras estuvo preso y era una presencia habitual en su celda de sólo quince metros cuadrados. Pero él no quería casarse en prisión, por lo que esperaron hasta agosto de este año y dieron el "Sí" en una ceremonia sencilla y con sólo 200 invitados.
Hubo algunas pocas imágenes de ellos sonriendo a cámara, pero ahora que estamos en los últimos días antes del día de la votación, las apariciones de Janja se han multiplicado. Según los analistas, ella podría ser la figura que convenza a las mujeres que todavía dudan. Y también, aseguran, su rol como primera dama será bastante más trascendente que el de la decorativa señora Bolsonaro. Habrá que esperar al 3 de octubre para averiguar quién tenía razón.
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