Sociedad
La dura realidad detrás de la pasión y el sacrificio de los jugadores de las categorías C y D. Cómo sobreviven cuando las condiciones salariales son miserables y la tentación de las apuestas están a la orden del día
Por: Gustavo Grazioli
8 de julio de 2023
Jugar en el ascenso argentino marca un sentido de pertenencia distinto con el fútbol, que difiere de las categorías de Primera División o en su defecto con la Primera Nacional, también conocida como Nacional B. De ahí para abajo las cosas cambian. El dinero no es el mismo y los ingresos tampoco dependen estrictamente de lo que se gana como futbolista. En la B Metropolitana, la C y la D - especialmente en estas dos últimas - es necesario tener otro trabajo para poder costear gastos cotidianos y llegar a fin de mes.
En este contexto se profundiza un costado más obrero. La frase más escuchada habitualmente es que todo lo referido al ascenso "es un capítulo aparte". Los motivos: las canchas no tienen el mismo nivel de cuidado, los presupuestos son menores, los sueldos son bajos y los jugadores no viven del fútbol, sino para el fútbol. Además, las historias que se desarrollan en estas categorías bordean los márgenes de un mundo que, en la C y la D, se vincula prácticamente con lo amateur. Es decir, jugar en estas divisiones es sinónimo de pasión por el deporte y por la camiseta.
Eduardo "Turu" Paredes se crió en La Matanza, jugó como delantero en varios clubes del ascenso - Deportivo Liniers, Midland, Deportivo Paraguayo y Atlético Lugano - y sabe mejor que nadie de que se trata este tema. Siempre la peleó para llegar a fin de mes porque el sueldo del fútbol era magro, así que, además - como la mayoría - tuvo que buscarse la manera de generar ingresos por otro lado. Vender sahumerios puerta a puerta y jugar partidos por plata en barrios de La Matanza (Villegas, Laferrere),fue parte de su carrera hasta que se retiró en 2008. Con los botine ya guardados en el placard, consiguió trabajo en una escuela como auxiliar. Eso lo ayudó a abandonar la venta callejera.
"En el año 2001 estaba en Atlético Lugano, el país estaba mal. Me lesioné la rodilla y fui a pedirle hielo al canchero y me sacó rajando, diciendo que desde hacía dos meses estaban sin luz por falta de pago. El médico del club no tenía ni antiinflamatorios y como ya tenía un bebe de apenas un año, me dediqué de lleno a la venta ambulante y changas para llevar el mango a la casa. Cuando me recuperé, volví al fútbol barrial, a jugar por plata, pero ya no pisé más ningún club de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Tenía 23 años. La decepción fue muy grande al igual que la necesidad", cuenta Turu Paredes a El Editor.
Se retiró joven y su máximo hito fue el histórico ascenso que consiguió con Midland en el año '99 - club del cual es hincha - en la vieja cancha de Estudiantes de La Plata, que llevó al Funebrero a jugar en la Primera C. En ese equipo compartió vestuario con Dario Dubois, quien lamentablemente falleció víctima de un robo en la vía pública. Fue uno de los máximos representantes de estas categorías, por sus actos de rebeldía para denunciar la corrupción dentro del fútbol.
El futbolista metalero se pintaba la cara al estilo Kiss para salir a jugar; también llegó a taparse la publicidad de una camiseta con barro porque hacía tres partidos que no pagaban y llegó a robarle 500 pesos a un árbitro que le sacó tarjeta roja. Dubois, no pudo continuar su carrera futbolística ya que no pudo costear una cirugía de rodilla, producto de la rotura de ligamentos cruzados durante un partido con la camiseta de Victoriano Arenas, club de Valentín Alsina, que tampoco supo darle respuestas ni soluciones a su jugador estrella. Su pasión por la música también lo llevó a transitar esos caminos, fue operador de música e integró varias bandas tributo al heavy metal.
Foto: Emiliano Lasalvia.
Los nadies
El ascenso efectivamente es un capítulo aparte y los jugadores hacen un gran esfuerzo para sostenerse en sus carreras de futbolistas. La gran mayoría entrena a la mañana y a la tarde tiene que trabajar de otra cosa para completar un sueldo. Barrenderos, basureros, remiseros, vendedores ambulantes, comerciantes, deliverys, playero de estación de servicio, ayudante de albañil, kiosquero, las ocupaciones son variadas, pero necesarias. Muchos tienen familias que mantener, alquilan o simplemente cargan con la imperiosa necesidad de poner un plato de comida sobre la mesa.
En la C y la D los sueldos no superan los 60 mil pesos. Muchas veces, los retrasos en los pagos se vuelve moneda corriente y llegar a los entrenamientos se convierte en una odisea económica. La SUBE se queda sin saldo antes de mitad de mes por la cantidad de combinaciones de colectivos y trenes que un jugador necesita hacer para llegar a los entrenamientos en su club. Y son los propios compañeros los que ayudan a los más necesitados del plantel. Quienes están en esto, resisten por la pasión de estar dentro de una cancha y por llevar adelante el sueño de ser futbolista. Se aguanta porque, como dice Pez en una canción, el fútbol al menos les enciende el alma.
"La palabra (ascenso) lo dice todo: subir. Uno dentro de un campo de juego deja todo con el anhelo de seguir subiendo cada vez más, ya sea en la tabla o en la categoría hasta llegar a ser un profesional y vivir de lo que más te gusta hacer: jugar al fútbol", dice Paredes y suma: "El hincha sueña con ver a su equipo en las altas cumbres para demostrarles a otros su grandeza. En mis tiempos, jugábamos por un premio y un viático. Hoy no existen los yuyos o las matas en las canchas, ni los pozos ni el humo que levantaba la tierra al correr o al picar la pelota. La mayoría de los jugadores hasta tiene un sueldo y brindo por eso". Está claro, para Paredes todo tiempo pasado fue peor. Pero lo cierto es que si bien hubo algunos avances, la situación del futbolista de ascenso no deja de ser un llamado de atención para la AFA.
Si bien hay cosas que cambiaron, como resalta Paredes, lo que no se modificó son los ingresos miserables que percibe un jugador que compite en estas categorías y los problemas a los que se enfrenta en su día a día. Por otro lado, muchos han sido tentados por plata de apostadores para que, como se dice en la jerga futbolera, "vayan para atrás". Es decir, que se deje hacer un gol, cometa un penal, mande la pelota al córner o realice cualquier tipo acción necesaria para cumplir con los intereses del apostador.
Varios jugadores se animaron a denunciar algunas de las injusticias dentro del ascenso. Javier Balbuena, arquero de Puerto Nuevo, equipo que juega en la C, a principios de marzo hizo un descargo a través de su Instagram (@javi_balbu92) sobre una situación que le tocó vivir. "Me ofreció dólares para que me tire para atrás, encima sigue dirigiendo en el exterior... Increíble que un actual DT esté metido en las apuestas y ofrezca esto a los jugadores", escribió.
Y recientemente hizo algo similar Claudio Leguizamón, jugador de J J Urquiza - también equipo de la C - en un canal de YouTube. "Pasó con dos chicos de Reserva que están en el plantel de Primera, al arquero le ofrecieron mil dólares para que se deje hacer un penal, el apostador lo llamó y le dijo, 'Mirá somos una agencia de representantes', se corroboró que no era así. Y le dijo: 'Vas a tener un penal en el primer tiempo, dejatelo hacer'. Después, a uno de los capitanes de la reserva también le dijeron que vaya para atrás que estaba todo arreglado, que iba a ganar 10 mil dólares si cumplía con esa acción", contó.
El ascenso, en definitiva, se caracteriza por una combinación de elementos que lo definen: sueldos insignificantes, sacrificio, pasión, esencia de potrero y la sombra de las apuestas. Como dijo Diego Armando Maradona: que la pelota no se manche.
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