Destino por excelencia para la práctica del parapente, los alrededores de la ciudad capital convocan a expertos y aficionados. Detalles de una actividad deportiva que se nutre de emoción y técnica. Dónde darse el gusto de una experiencia de bautismo.
18 de noviembre de 2022
Ningún pájaro vuela demasiado alto con sus propias alas. Por eso hay quienes buscan unas prestadas para ir más arriba, y con un puñado de tela que pesa 5 kilos despliegan una actividad en la que la provincia de Tucumán alcanza renombre internacional: el parapentismo.
Ese deporte de aventura encuentra en la provincia del norte del país uno de los lugares óptimos para su práctica. El cerro San Javier, que custodia a la ciudad de San Miguel a 25 km al oeste, tiene una de las pistas de despegue de vuelo libre más reconocidas en el mundo.
El espectáculo de los parapentes en pleno vuelo alrededor del Cerro San Javier
Allí, en la zona de Loma Bola y durante todo el año, se practica la actividad, tanto por parte de profesionales como de aficionados y de quienes quieren, por una vez, vivir esta experiencia inigualable en un escenario natural de ensueño.
Vuelo suave
Un parapente es una nave construida sólo de tela y cuerdas con la que se puede despegar y aterrizar de pie. La vela tiene forma de ala, con un perfil similar al de los aviones, lo que le proporciona sustentación a partir de cierta velocidad.
Este equipamiento se pliega fácilmente y cabe dentro de una mochila junto con sus accesorios, con un peso que varía entre los 10 y los 15 kilos. El equipo completo consta de casco, silla de vuelo, antiparras, paracaídas de emergencia e instrumentos de mano, como altímetro, GPS y radio.
Gracias a sus mandos, dos correas conectadas con las cuerdas de los bordes traseros derecho e izquierdo del ala, la nave se puede controlar en forma sencilla para girar, acelerar o descender lentamente.
El cielo pintado de parapentes es un paseo incluso para esos que no se animan a volar
Al soltar los controles, el parapente vuela recto y suavemente, por lo que es una de las aeronaves más fáciles de manejar. Como se trata de un ala de estructura sin componentes rígidos -sólo tela, cuerdas y silla liviana-, permite un movimiento más fluido que un ala delta.
El parapente alcanza una velocidad de entre 25 y 50 kilómetros por hora. Para un vuelo de bautismo, los especialistas recomiendan no más de 20 minutos en el aire, de modo de no generar ningún malestar en la persona que realiza su primera salida.
Las corrientes térmicas y dinámicas que presentan las laderas de las montañas, como es el caso de las sierras de San Javier, generan la posibilidad de volar en parapente. Son movimientos de aire ascendentes u horizontales generados por el calentamiento del suelo y por la forma inclinada del cerro.
Además, la meteorología juega un papel muy importante, y el piloto tiene que estar informado al detalle acerca de velocidad del viento, temperatura, presión atmosférica y humedad relativa para prever todas las condiciones de seguridad. La práctica de este apasionante deporte está regulada por las licencias profesionales que otorga la Federación Argentina de Vuelo Libre (FAVL).
Paseo incluso para los que no vuelan
El sueño de volar llevó a un grupo de tucumanos amantes de las emociones a dar el salto al vacío hace más de veinte años, cuando se establecieron en la pista natural del Cerro Loma Bola varias asociaciones, escuelas y grupos de aficionados al vuelo libre.
La actividad creció tanto que el último Campeonato Mundial de Parapentes, con más de 150 pilotos de todo el planeta, se realizó precisamente allí.
Pero más allá de la instancia competitiva, la práctica recreativa no demanda ningún conocimiento previo. De hecho, cualquier persona, desde niños hasta adultos mayores, puede darse el gusto de vivir la experiencia de un vuelo de bautismo, asistida por instructores que guiarán la nave biplaza.
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