Aguafuertes

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Vinagre: expedición al barrio Gaona

Todo un barrio puteando al futuro // Facundo Pedrini

Por: Facundo Pedrini
1 de abril de 2023

"Acá en la cocina va a estar la cabina de peaje y cortando la calle Derqui, la bajada y el puente" dice el mapa del ingeniero municipal de Morón, dice cruel, pero dice bien.


Esa casa va a ser un camino.

Como otros 32 hogares de las 6 manzanas de Barrio Gaona.

Un vecindario atrapado en una autopista.

El acceso Oeste de la 25 de Mayo cortó todo en dos, ante la atenta mirada de las y los vecinos empujados a una guerra contra el cemento. Tiró todo abajo y condenó por partes iguales a saludarse entre autos.

A 20 minutos del Obelisco y a 15 del primer kiosco.

La modernidad toma prisioneros.


"Mi casa está en Alicó, quede a 5 metros de la expropiación. Tenía 7 años cuando perdimos todo. De repente todo fue un gran baldío. No solo es una cuestión de espacio, es un tema de tiempos" protesta Lucas. Las barreras físicas hacia las cosas te cambian la frecuencia de la felicidad.


El paisaje de los trenes que paran en la estación de Morón quedan lejos y las vueltas del colectivo 1 estiran cualquier despedida.

En la hipótesis de su futuro nadie pensó en reubicarlos.

Una pesadilla de dolor recíproco.

Llena de calles sin salida en la era del control.

Hay esquinas que no existen más y negocios convertidos en pensiones.

La reconversión en algo que se necesite afuera y no se consume adentro.

Una cancelación de carne y vinagre.

La bronca final NO ES IDEOLÓGICA.


"Habían quedado muchos pozos ciegos abiertos, el frente de la casa era una selva" dice Silvana, vecina de la única iglesia de la calle Banfield. Los pibes viven todo como si fuera una aventura de arena, jugando entre los agujeros de la autopista, buscando los sapos que se criaban en los pozos, aprenden las formas de las cosas a partir de las máquinas mientras se divierten patinando sobre la brea con la bicicleta.


"Quedaron todos puteando a la conectividad", dice Martin de la calle Albarellos con el mismo dolor pero diferente marco teórico. Barrio Gaona se convirtió en una zapatilla de enchufes que conecta barrios que lo desaparecen, sus padres no le dejaron ver la mudanza y lo pusieron doble escolaridad en el Colegio Emaús. "Nos sentimos estafados. Benito Roggio, la empresa que licitó la obra no cumplió con ninguna expectativa, ni siquiera con los puentes peatonales ni cruces. Pensaron todo para la gente que sigue, no para la gente que cruza".


Un barrio que sigue en obra sigue siendo el mejor narrador de un país en estado de descomposición. Su venganza al Estado tiene de todo: un pueblo nocturno de tajeados, asaltados, navajeros, fugitivos pateados a la calle. Fantasmas de luz. Pistoleras que venden paco y pastillas, y organizan las picadas de colectora que va de la YPF Al Jumbo sin semáforos ni lomas de burro. Pero también obreros que se limpian las manos en los pantalones para saludar y creen que hay una última toalla que no hay que tirar.


"¿Por qué a mí, por qué acá?"

Todo un barrio puteando al futuro.

El mundo pide zanjas.

Hay un vecino que vive.


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