Cultura
Desde 2017 la periodista de Burzaco Ana Sicilia, se dedica a llevar libros a contextos de encierro y con su proyecto ya recorrió la mitad del país. "Trabajar en cárceles es una manera de devolverle al Estado lo que me dio la educación pública", señala. Fundó una ONG que busca diversificar las iniciativas. También presentó su primer volumen de crónicas, Libros tras las rejas
Por: Eugenia Tavano
4 de noviembre de 2023
Ana "Anita" Sicilia tiene todo eso que en los voraces tiempos que corren se valora -casi- religiosamente. Es joven, inteligente, tenaz, y se formó en una profesión que le permite nadar en las inmensas y fluctuantes aguas de lo que se dio en llamar la Era de las Comunicaciones. Con esos dones y ese talento llegó a la tele, a la radio y plantó bandera en el ecosistema digital. Pero para esta "obrera de los medios" (en palabras suyas), y sin renegar de la faena que conoce, lo importante pasa por otro lado. La periodista que, entre muchos otros, fue parte de programas tan populares como Bendita, desde hace tiempo que empezó a ser reconocida, también, por llevar libros a lascárceles.
No es una verdad de perogrullo inspiracional, pero la historia acumulada cuenta que ese interés nació de la gran sensibilidad que le dejó su crianza feliz en una familia de laburantes en Burzaco, partido de Almirante Brown, que se afianzó con profesores -que recuerda y nombra- la invitaron a pensar temas apasionantes en la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Quilmes, donde logró su licenciatura, y que un día se materializó cuando la luz de las cámaras, cambio de gobierno mediante, se apagó momentáneamente. Una invitación, en 2017, a dar una charla en un taller de escritura de la Unidad 9 de La Plata, desencadenó la revolución personal de Anita: y se sabe, ninguna revolución se hace en soledad.
Hoy, luego de recorrer la mitad del país con el proyecto Libros en los pabellones, Anita lanzó Libros tras las rejas, una recopilación de sus propias crónicas acerca de esas vivencias. Además, se afianza con la Fundación AS, la ONG que creó para abrir aún más la iniciativa. "Se trata de hacer algo más integral, por ejemplo, con los compañeros liberados y liberadas que se contactan para llegar a los barrios con libros y otras urgencias que requieren un acompañamiento más personalizado".
- Si pienso en mi infancia y adolescencia, claramente me tengo que detener en la República de Burzaco, como digo yo y otros tantos más (risas). Para mí fueron los mejores años de mi vida (aunque hoy estoy en "el" mejor año de mi vida, por el nacimiento de mi hijo). La verdad es que agradezco cada día haber nacido ahí, y también las circunstancias en las que me crié. Es difícil decir que siempre hubo años complicados en nuestro país sin caer en un discurso berreta, pero yo nací en el '88, en la previa de la hiper (inflación). Mi mamá me crió con pañales de tela. Cuando doy charlas, cuento que mi viejo, que es obrero metalúrgico, siempre cobró por quincena. Entonces, en casa se trataba de estirar la garrafa un poquito más a ver si llegábamos a la segunda del mes y podíamos comprar una garrafa nueva.-
Anita recuerda, también, lo que significó la llegada del gas natural a su casa, una obra que se realizó -como ella misma señala- durante la presidencia de Néstor Kirchner. "Yo siento que uno camina el territorio y la vida de otra manera cuando la movilidad social ascendente se hace efectiva". Su pago chico, además de legarle el fanatismo por San Martín de Burzaco y el fútbol de ascenso, de repente se volvió infinito. "Yo me recibí de Licenciada en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes, y siempre digo que cuando empecé, a los 18 años recién cumplidos, todavía no había salido nunca del país. Y de pronto, a través de textos, de autores, empecé a abrir la cabeza y a viajar sin pasaporte. Para mí fue un antes y un después".
Con el título, habiendo sostenido toda su carrera como modelo publicitaria, Sicilia empezó una maestría en la Universidad de La Plata, mientras empezaba a hacer pie en los medios. Su proyecto de tesis era "El consumo de industrias culturales dentro de los contextos de encierro". Sin embargo, todavía faltaba un poquito más para llegar con los libros a las cárceles. Un trabajo televisivo dejó inconcluso el máster, pero la idea ya estaba ahí.
En enero de 2016, pusieron punto final a los programas que Anita conducía en DeporTV y CN23. Volvió al modelaje, y también se abrió un blog donde publicaba historias de mujeres reales "que se fueron reinventando". Esos relatos suyos dieron pie a que el periodista e investigador Julián Maradeo, quien daba un taller de escritura en el espacio de formación de la Unidad 9 de La Plata conocido como El Ágora, la invitara a participar. Anita dijo que sí, y hasta hoy no olvida la fecha de la primera vez que puso un pie en el lugar: 3 de octubre de 2017. "Nunca imaginé que me iba a quedar seis años. Por supuesto, siempre ad honorem; para mí, trabajar en cárceles es una manera de devolverle al Estado lo que me dio la educación pública".
- De aquel proyecto de industrias culturales en contextos de encierro, pasó algo con los libros, los libros físicos. ¿Cómo fue eso?
- Se me viene una fotografía a la mente, que escribí en una crónica. En el aula donde hacíamos los encuentros en la Unida 9 había una especie de biblioteca, que era un hueco en una pared. Tenía apenas tres o cuatro libros; uno era Madame Bovary, algo que me llamó la atención. Estaban con humedad, rotos, muy descuidados. Cuando fui por segunda vez, en ese mismo lugar los libros estaban acomodados, limpitos. Lo sentí como una especie de llamada.
Todavía
eran épocas de reacomodamiento profesional, pero la campana de largada había
sonado. "Los chicos (como le dice a
los y las internas, N. de R.) me invitaron a sumarme todos los martes y como
digo siempre, 'Burzaco da la palabra y tenés que cumplir', así que me
comprometí a ir un martes por mes, porque laburaba mucho. Después fui cada 15
días, y finalmente, entendí que para continuar con el taller de escritura,
había que sumar libros". Bastó un tuit pidiendo donaciones para que el baúl del
auto le explote. Así se armó una primera biblioteca, en aquella primera aula
que pisó, la del hueco deslucido en la pared. Después, cuenta, los mismos
detenidos y detenidas fueron corriendo la bola. "Y así se armó este quilombo
hermoso al que le puse 'gira carcelaria', porque empezó siendo bonaerense y hoy
ya recorrí más de 50 contextos de encierro llevando libros por todo el país",
cuenta Anita.
- ¿Y cómo funciona ese ida y vuelta, en el que solés hablar de la importancia de "mirar a los ojos"?
- En
las recorridas por las cárceles, cuento sobre mí; que en mi casa no tenía
libros, ni computadora, que para leer me iba a la biblioteca popular de
Adrogué, y que en muchas situaciones complejas, los libros me habían salvado la
vida, que eran transformación y sanación. Es como decir 'tengo libros y los comparto
con vos, ojalá sean una herramienta'. Hablando, noté que algunos o algunas son
más reticentes, tal vez miran para abajo, o están con los brazos cruzados; pero
cuando conectan, me escuchan, me aceptan. Cuando el mensaje entra, levantan la
vista y me miran. Y ahí es cuando digo 'ya está'. Tal vez no te pasa con todos,
pero cuando hay contacto visual, ahí entra el libro. En la charla te miro, y
con la entrega del libro en mano se termina de sellar ese encuentro, se da esa
conexión final. Siempre digo que el libro es una excusa para el encuentro, el
encuentro con la palabra, para preguntarnos como sociedad hacia dónde queremos
ir, qué queremos hacer desde nuestro lugar. Cuando cumplan su condena y salgan:
¿qué tienen ganas de hacer, de ser? E insisto: sin romantizar a las personas
privadas de la libertad, ni romantizar las cárceles, tenemos que repensaros en
la materia de seguridad de otra manera, y s a largo plazo. Además, un Estado
que acompañe al salir, que de trabajo, o hay que cultivar esas almas que pasan
por ahí, para que vuelvan a la sociedad de otra manera.
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