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El rol del CONICET, ciencia que transforma realidades

Un bastión de la ciencia y la innovación en peligro ante la amenaza de su privatización. El impacto del organismo estatal en la vida cotidiana y por qué la inversión en investigación es clave para el futuro de Argentina

Por: Diana Costanzo
26 de agosto de 2023

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) quedó en el centro del debate público. Se instaló como un ejemplo de las acciones en contra de las instituciones estatales que propone el partido de ultraderecha La Libertad Avanza, que anticipó su intención de privatizarlo, si ganan las elecciones, y cuestionó su productividad. Rápida de reflejos, la comunidad científica expresó una cerrada defensa y una advertencia que se sintetiza en la frase del premio Nobel y primer presidente del organismo, Bernardo Houssay: "La ciencia no es cara, cara es la ignorancia".

¿Pero cómo impacta el trabajo del CONICET en la vida cotidiana? Sólo en la provincia de Buenos Aires, los ejemplos son innumerables. UniLib es la primera planta industrial de fabricación de celdas y baterías de litio de América Latina, en la que participan el CONICET, Y-TEC e YPF-Litio y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Esos insumos, se utilizarán en vehículos de movilidad pública y para almacenar energías renovables.

En la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), un equipo desarrolló la primera vacuna argentina contra la COVID-19, que está por ser aprobada por la autoridad regulatoria. En la UNSAM también se dio el puntapié inicial, junto a la Universidad de Buenos Aires (UBA) y con el apoyo de la PYME textil Kovi, para la fabricación de máscaras de uso social, los famosos "barbijos del CONICET". También desarrollan una cinta elástica para el pelo que previene la pediculosis y una tela que repele mosquitos.

Otra muestra del impacto del CONICET: científicas y científicos trabajan en colaboración con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CNEA) en la construcción de materiales livianos para el prototipo del lanzador de satélites Tronador ll, que avanza en la localidad de Pipinas. El Centro Espacial Punta Indio genera trabajo calificado en esa localidad. Además, un grupo de investigación marplatense, junto al Instituto Química del Sur, desarrolló el spray antiviral-antibacteriano PERVIRAL, que se transfirió al sector privado.-

El CONICET es la columna vertebral del sistema científico y tecnológico argentino. Fue creado en 1958, en un contexto internacional de financiamiento y promoción de la ciencia. En Francia, España y México existen instituciones similares. En Argentina, el organismo está integrado por unos 12 mil investigadores e investigadoras, 12 mil becarios y becarias, 3 mil técnicas y técnicos y 1500 personas administrativas. El presupuesto actualizado es de $ 178.406 millones, que se traduce en unos 488 millones dólares, según informaron desde el organismo a El Editor. En la provincia de Buenos Aires, hay cuatro Centros Científicos Tecnológicos (CCT) localizados en La Plata, Tandil, Mar del Plata y Bahía Blanca.


¿Se puede privatizar el CONICET?

"La mayoría de las investigaciones desaparecerían", alerta la presidenta del organismo, Ana Franchi a este medio, y explica: "El sector privado va a invertir solo en lo que le interesa, y es muy difícil que lo haga en un desarrollo desde el inicio. Cuando alguien se acerca a un lugar de investigación ve la foto del momento, pero atrás hay una película en la que se invierte durante muchos años en formación de recursos humanos e investigación". En un segundo paso, la producción es escalada por sectores privados. El CONICET tiene más de 980 patentes activas.

Franchi da un ejemplo reciente. "Inauguramos GALTEC, liderada por el investigador superior del CONICET en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), Gabriel Rabinovich. La investigación llevó más de 30 años y no hubiera sido posible sin la inversión estatal", afirma. Se trata de una empresa de base tecnológica que busca desarrollar terapias para tratar el cáncer y enfermedades autoinmunes a través de la modulación de la proteína Galectina-1, que fue identificada por Rabinovich.

El financiamiento público sostiene en el tiempo la producción de conocimiento. "Carece de sentido privatizar el CONICET", afirma Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación. Y comparte el análisis de Franchi: "El país tiene agendas que el sector privado no está dispuesto a financiar. Hay que entender cómo se articulan el sector público y el privado. En Israel o Corea del Sur, países que toma como ejemplo la derecha argentina, el Estado financia y lidera los sectores estratégicos, que es lo que define una democracia. En la Argentina, no habría sector privado dispuesto a hacerse cargo". Una demostración es el reactor modular CAREM, que desarrolla la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en la localidad bonaerense de Lima. Podrá abastecer de energía eléctrica a una ciudad de 120 mil habitantes.


La ciencia da trabajo

Y está presente en la vida cotidiana: alimentos, medicamentos, vacunas, energía, nuevos materiales. "Lo que deberíamos lograr es que haya más ciencia y tecnología producida en la Argentina", dice Hurtado, vicepresidente de la CNEA. "El conocimiento significa aprendizaje colectivo y social, que se puede volcar a la matriz productiva. A su vez, genera trabajo calificado, con buenos salarios. La sociedad aprende nuevas capacidades que permiten abrir otros sectores. Se pueden sustituir importaciones, ahorrar divisas y lograr mejores precios. Hay más consumo, y así aumentan las ganancias de las empresas".

En el mismo sentido se expresa Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+i): "Argentina es un país donde sus investigadores logran resultados destacados en el exterior, hay instituciones que ocupan lugares relevantes en diferentes ranking y nuevos sectores económicos que generan empleos formales y divisas a partir de servicios basados en el conocimiento".


El CONICET en Tandil

En esa ciudad del sudeste bonaerense, se desarrollan "cementos del futuro", en colaboración con la industria de Olavarría. Apuntan a mejorar la producción, con más resistencia y durabilidad, y a generar menos emisiones de gases contaminantes. Otra de las líneas de trabajo es la de sistemas para la predicción de eventos extremos en la región pampeana. Se analizan grandes volúmenes de datos con inteligencia artificial para el monitoreo de inundaciones y sequías. En salud, se lleva adelante un sistema de control remoto de pacientes crónicos, que provee herramientas de medicina preventiva en emergencias.

El director del CONICET Tandil, Alejandro Zunino, expresa su preocupación ante las ideas privatizadoras: "Tienen implicancias serias. Es inviable, en contra de todas las buenas prácticas que han hecho todos los países del mundo. Haría que el sistema científico como tal desapareciera o se redujera a una pequeñísima fracción de ciencias duras que generan ganancias rápidas, para el retorno de la inversión, que es lo que busca toda empresa", explica.


Ciencia en Bahía Blanca

Desde el CCT ubicado en el sur de la provincia de Buenos Aires, se impulsa la vinculación con el sector productivo. Algunos ejemplos: el reactor experimental de alta temperatura y presión APAT v1 fue exportado a Paraguay para obtener biocombustibles. En salud, Viewmind es una empresa que surgió de un grupo del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Eléctrica Alfredo Desages y desarrolló un sistema que puede identificar en forma temprana el Alzheimer. Y el Instituto Argentino de Oceanografía diseñó las estaciones de monitoreo EMAC que se instalaron en zonas costeras, lagos y ríos, y permiten tomar decisiones.


Más, no menos

La Argentina invierte menos de lo recomendado en ciencia, tecnología e innovación, según consensos nacionales e internacionales. "Apenas 34 centavos cada 100 pesos que generamos por año. En términos de fondos públicos, son sólo 25 centavos cada 100 pesos del producto bruto interno (PBI)", detalla Fernando Peirano. "Los países están haciendo esfuerzos muy marcados por invertir más ante los desafíos del cambio climático, la transición energética, las nuevas aplicaciones de las tecnologías digitales o el fortalecimiento de la salud", afirma.

La ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación establece un plan de crecimiento de la inversión hasta llegar al 1 % del PBI hacia 2032. La ciencia da impulso al país, sostiene su desarrollo, genera trabajo y sustituye importaciones. El Estado es el garante de que los objetivos se cumplan, para beneficio de toda la sociedad. Porque como dijo Houssay: "Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico y tecnológico. Y los países pobres lo siguen siendo si no lo hacen".

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