COVID-19, tres años después: ¿aprendimos algo?

A fines de 2019 irrumpió en el mundo el virus que paralizó nuestras vidas por mucho tiempo pero, ¿aprendimos algo? ¿Quedó alguna enseñanza tras tanto sufrimiento?¿Por qué son tan bajas las cifras de vacunados con la tercera dosis?

2 de enero de 2023

Fue el 30 de diciembre 2019 cuando la ciudad china de Wuhan reportó los primeros casos de una tenebrosa y desconocida enfermedad. Ese día, la jefa del Departamento de Emergencias del Hospital Central de dicha ciudad recibió las pruebas de laboratorio que indicaban que el virus causante era el SARS-CoV.

En enero 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó un nuevo tipo de coronavirus, y se produjo la primera muerte. A fin de mes la OMS declaró la epidemia, como una emergencia de salud pública mundial.

Por entonces, las noticias llegaban a Argentina como algo que sucedía muy lejos. Hasta que en marzo de 2020 se registró el primer caso en el país -un hombre que viajó al norte de Italia- y fue entonces cuando, además del virus, comenzaron a circular también ciertos términos hasta entonces ajenos a nuestro vocabulario cotidiano. Entre estos, contacto estrecho, circulación comunitaria, PCR, cepa, variante, Organización Mundial de la Salud, hisopado, aislamiento, restricciones, antígenos, anticuerpos, distanciamiento social y tantos más.

Hubo, también, barbijos o "tapa bocas" para todos y todas. Ante el desconocimiento, la necesidad de protección llegó hasta la utilización de máscaras de acrílico sobre los barbijos para resguardar ojos, nariz y boca. No faltó quien usara guantes de látex. El alcohol en gel comenzó a ser parte de la rutina -como lo fuera en la época de la Gripe A-, así como el lavado continuo de manos y la desinfección de superficies, ropa y calzado.

El miedo a lo desconocido invadía todo. Quien quedaba internado era aislado por completo y no podía recibía visitas. Así también morían: en completa soledad. Muchas muertes se producían en terapia intensiva, sin despedida de los seres queridos. Tampoco se permitían los velatorios.

Pandemia

Recién en febrero de 2020 la OMS anunció el nombre oficial de la enfermedad: COVID-19. Las restricciones comenzaron a reforzarse en todo el mundo. El 7 de marzo se produjo la primera muerte en Argentina. Para entonces el virus circulaba por 150 países. En junio se superaron los diez millones de contagios en todo el globo, y en septiembre se superó el millón de muertos. En septiembre ya había más de 40 millones de casos.

La virtualidad pasó a ser un nuevo modo de vida. Reuniones, trabajo, escuelas, e incluso instituciones de salud cerradas al público para abocarse íntegramente al "coronavirus"-. Niños sin amigos del jardín, abuelos sin jugar con sus nietos. El aislamiento fue, seguramente, la parte más dura de toda la experiencia.

En diciembre, a casi un año del inicio, Reino Unido fue el primer país en autorizar las vacunas Pfizer y BioNTech. El objetivo era reducir las muertes y aliviar los síntomas.

Se fueron desarrollando más vacunas, se compartieron base de datos con información científica y se realizaron pruebas piloto. Así fue como se detectó que -cada cierto tiempo- el resguardo de la inmunización disminuía y había que aplicar diferentes dosis. Se crearon formas de testeo más ágiles. Investigadores hicieron test caseros. Todo evolucionó.

Con el correr del tiempo, de la mano de las campañas de vacunación, los casos comenzaron a disminuir tanto en cantidad como en gravedad. A partir de eso las restricciones también se levantaron, al punto de no ser obligatorio el uso del barbijo. Volvíamos a la normalidad junto con la presencialidad.

Pero, ¿qué aprendimos? Suponemos que fue muchísimo pero no. Más bien, aprendimos muchas palabras y conceptos, porque a la hora de la práctica parece que el aprendizaje no fue el mismo para todos. Y ahí están las pruebas: en el último tiempo los casos comenzaron a subir.

Seguir en guardia

En nuestro país, en noviembre de 2022, la cantidad de casos positivos se cuadruplicó de una semana a otra. El aumento fue escalonado durante los meses de octubre y noviembre pero en la última semana de ese mes se registraron 61.903 casos y 44 fallecimientos.

Lo peor: es difícil saber si los totales son los reales ya que los entes de salud ya no realizan tests, aun cuando los síntomas sean compatibles con la enfermedad. Al mismo tiempo, no todos los enfermos se realizan los exámenes caseros (o auto tests) ni buscan atención médica interpretando que sería "sólo una gripe".

Lo que demuestra todo esto es lo poco que aprendimos a cuidarnos. La amplia distribución de la enfermedad se debe, sobre todo, a que se minimizan los síntomas. Se decreta "Sólo estoy congestionado" y se mantienen las reuniones con amigos, familia y contactos. Y, al no haber ya diagnóstico, las patronales no justifican la ausencia laboral.

Hoy los casos estrechos no se aíslan. Se alienta a seguir con la rutina y en estas situaciones casi nadie toma el recaudo del uso del barbijo, a pesar que las "recomendaciones" indican implementarlo.

Retornamos a los besos y los abrazos, tan necesarios. Pero se podría, al menos, seguir evitándose el compartir mate. No, definitivamente no hemos aprendido a cuidarnos y olvidamos medidas de precaución tan básicas como la ventilación cruzada. como sociedad nos hemos olvidado que las vacunas salvan vidas. Los números así lo reflejan.

Veamos: vacunados con primera dosis hay 41.075.561 y con la segunda, 37.933.034. Son datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación. Con primer refuerzo hay 22.044.411 personas, mientras que a penas 6.969.489 recibieron la inoculación del segundo refuerzo y tan sólo 965.261 personas se aplicaron el tercero.

Entonces, en épocas donde las reuniones son el epicentro de la cotidianidad es importante recordar que si bien ya convivimos con esta infección, que llegó para quedarse, es necesario continuar con las medidas de cuidado. Pero, y sobre, todo aplicarse las vacunas según la indicación de los expertos.


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