Creencias, mujeres y outsiders: Sebastián Lelio, de Chile para el mundo

Punzante con lo establecido y crítico del fanatismo, el director chileno ganador del Oscar batalla en pos de una consciencia plena. Barbarie desde una poesía marginal. E irresistible.

1 de diciembre de 2022

De raíces latinoamericanas

Hijo de un arquitecto argentino y de una bailarina chilena, Sebastián Lelio nació en la provincia de Mendoza en 1974, aunque su estadía en terreno nacional fue breve: a los dos años se mudó a Chile y ahí fue donde creció, motivo por el cual se identifica chileno. Estudió periodismo y tiempo después cine en la Escuela de Cine de Chile. Y pasando por alto el documental acerca del atentado a las Torres Gemelas que estrenó en 2003, Cero, su ópera prima -en ficción- fue con La Sagrada Familia en 2005, film que le valió la participación en más de cien festivales, el reconocimiento del FIPRESCI en el Festival de Toulouse y el premio Signos en el BAFICI. Todo un logro para un debutante latinoamericano.

Persiguiendo el sueño llegó su segundo largometraje, Navidad, en el año 2009, y dos años más tarde presentó la película que comenzó a construir la gran carrera que hoy sostiene: El año del tigre, la cual participó del Festival de Locarno y obtuvo el Premio del Jurado. Gloria (2013) fue el siguiente gran paso, siendo parte del Festival de Berlín, y alcanzó la consagración y pico máximo de su carrera -al menos hasta el momento- con Una mujer fantástica (2017), participante de múltiples festivales y galardonada en los Oscar con la estatuilla de mejor película de habla no inglesa. El mito estaba conformado y Latinoamérica se hallaba en el mapa.

Una Mujer Fantástica (2017), ganadora al premio Oscar de Mejor Película de habla no inglesa

Casi sin pensarlo ni buscarlo imperiosamente llegó a Hollywood de la mano de Rachel McAdams y Rachel Weisz con Disobedience (2017), y con Gloria Bell (2018), una remake de su propia película pero esta vez en Estados Unidos y con Juliane Moore como protagonista. Alejado de la idea de haber planificado un proyecto estratégico para llegar a la meca industrial del cine, menciona y agradece a las películas, causa auténtica por la que alcanzó tal logro.

Su último lanzamiento es la reciente El Prodigio (The Wonder, 2022), producida por Netflix, basada en una novela de Emma Donoghue: Situada en un pueblo rural de Irlanda en 1862, cuenta la misteriosa historia de una niña de once años que aparentemente sobrevive después de cuatro meses sin comer. Con Florence Pugh como protagonista, el director chileno vuelve a la gran pantalla después de cuatro años colaborando por primera vez con una plataforma de streaming, de las cuales opina que le han hecho bien al cine: "Más allá del formato de producción y de las formas de distribución y exhibición, el cine es por sobre todo un lenguaje, que va a seguir modificándose en la medida en que la tecnología vaya avanzando", afirmó para el medio chileno The Clinic.

Mujeres, creencias y cuestionamientos


Sebastián Lelio y Florence Pugh en la presentación de The Wonder (2022)

Lelio es un director de cine, un artista, un artesano con convicciones y una mirada particular de las cosas. Así como Hitchcock hacía eje en la idea del hombre común atravesado por una situación extraordinaria o en el voyeurismo, o Spielberg solía (suele) representar a la figura paterna como nudo central de conflicto, Sebastian Lelio también tiene sus preocupaciones y cuestionamientos que se repiten a lo largo de su obra, determinado en gran parte por su formación.

Lejos de querer contar la historia ya conocida pero aún más lejos de dejar de contarla, los 70 y 80 en Chile fueron duros a raíz de la dictadura de Pinochet. Y si bien atravesó varias mudanzas, Lelio creció en un suelo chileno interpelado por este contexto político y social, y a partir del mismo surgieron sus primeras inquietudes y cuajaron sus ideas. "Crecí en Chile en una época en la que el país estaba sometido a la moralidad católica y a la dictadura política y, por tanto, muy aislado. [...] Creo que por eso me interesa especialmente nuestro derecho fundamental a la desobediencia" menciona el director para el medio El Periódico luego de estrenar Disobedience (2017).

A partir del primer gran éxito, Gloria (2013), particularidades en función a los guiones comienzan a repetirse. Se deja ver un halo de molestia, de análisis a partir del lente y de protesta genuina. El arte tiene que incomodar o molestar, se dijo alguna vez, y Lelio parece tomárselo personal. Y qué suerte que así lo hace.

Paulina García en Gloria (2013), ganadora a Mejor Interpretación Femenina en el Festival de Berlín

Lo primero a destacar es que a partir de tal película todos los personajes protagónicos son interpretados por mujeres. Y no es una elección al azar sino una búsqueda narrativa y estética, pero también ideológica. "Las heroínas de mis películas son mujeres que suelen estar en los márgenes de la sociedad y que en las películas acostumbran a ser meros personajes secundarios." afirma. A ellas, justamente a ellas, Lelio las ubica en el centro de la historia, les arroja el peso del conflicto para verlas descender y -una vez en el suelo- hace testigo a los espectadores de cómo encuentran las herramientas para salir adelante y resurgir, cual Ave Fénix.

Encuentra en ellas la representación ideal para su visión. De manera genuina las hace cargo de problemas generales y les cede todos los reflectores. O, si se prefiere, el lugar ideal para que pateen al stablishment. Es implícito, los papeles podrían ser interpretados por hombres pero el significado no sería el mismo; los resultados logrados son más bien intuitivos y sensoriales.

Rachel Weisz y Rachel McAdams en Disobedience (2017)

A Lelio le interesan los y las outsiders porque se considera uno de ellos, y alrededor de estos es que centra las historias que elige contar. Sus padres se divorciaron siendo él tan solo un niño y nunca vivió más de dos o tres años en cada una de las tantas ciudades por las que pasó. "Tuve que aprender a no integrarse del todo a los círculos sociales con los que entraba en contacto, y de los que tarde o temprano tenía que desvincularse. Me fascinan los outsiders porque me siento uno de ellos." afirma para El Periódico.

En Gloria (2013) y en Gloria Bell (2018), una mujer solitaria de casi 60 años compensa su tiempo llenándose de actividades y reencontrándose con el amor y con su vida sexual noche tras noche. En Disobedience (2017) dos mujeres de la comunidad ortodoxa judía caen en cuenta que la atracción que sienten es más real de lo que creían; en Una mujer fantástica (2017), una mujer trans lidia, a raíz del fallecimiento de su novio, con la discriminación de la familia.

Juliane Moore en Gloria Bell (2018)

Los personajes y los relatos parten contra lo instalado. A todos y a todas les surgen deseos desde las entrañas que se contraponen con lo que se supone que deben hacer o sentir. La libertad es la protagonista y es también el espíritu de lo que incomoda a Lelio, ya sea por prohibiciones a raíz de normas de religión, estándares sociales impuestos según edad y género, por el derecho a sentirse identificado con otro género al asignado al nacer o por el fanatismo por un dogma. El director chileno batalla contra la dominación implícita y expuesta, y pretende que a través de su obra nos sintamos interpelados para dejarnos llevar un poco más.

"Cuando decides creer en algo le das poder, es importante tener el coraje de pensar por uno mismo y elegir conscientemente en qué creer porque es un acto de responsabilidad política", menciona el director al medio EFE en relación a su nueva película El Prodigio (The Wonder, 2022), donde la fe es cuestión de fanatismo y el conflicto gira en torno de este ciego fervor. Deconstruye entonces aquello establecido, correcto, y aplica desde la rebelión nuevas reglas -adaptables a cualquiera de sus películas- donde estas son ahora el núcleo del poder. Con ellas como protagonistas, claro.

Un batallador en la ciudad de los sueños

Sebastián Lelio luego de ganar el Oscar por Una Mujer Fantástica (2017)


Sebastián Lelio hoy pisa suelo norteamericano con los pies sobre la tierra. Deja claro que la relación es tensa entre el arte y el mercado, pero también que siempre hay una negociación posible. "Si no hay concesiones, no hay cine, porque las películas existen entre lo posible y lo soñado." afirma, después de estrenar una película en Netflix y ya instalado en la industria major. Amigado con Hollywood y con las plataformas de streaming logra alcanzar sus proyectos demostrando a través de sus obras que también es buen negociante, porque lo que se ve parece ser lo que él pensó. Instancia difícil para los cineastas, y que no todos logran alcanzar.

Tal como menciona, su experiencia nómade fue pieza clave para encontrarse como un outsider. Uno que habla desde tal lugar representando a otros, teniendo en cuenta las distancias y siempre respetando las diferencias. El cine -y el arte- es un instrumento fuerte, capaz de movilizar e interpelar, y en su caso esto quedó evidenciado cuando colaboró con la reactivación en la agenda la discusión de la ley de identidad de género en Chile (la cual terminó aprobándose) a partir de Una Mujer Fantástica (2017). Reconoce el valor del cine.

Curioso, entrometido, valiente, Lelio tiene claras sus preocupaciones. Si hay algo que lo inquieta no duda en intentar reflejarlo. El excesivo tiempo libre durante la pandemia le fue funcional al avance de guiones y proyectos siendo una de ellas un musical a filmarse en Chile, con la odisea que eso conlleva. Aún en la cumbre no olvida sus raíces, las cuales lo abrazan al igual que toda Latinoamérica. Porque Lelio es básicamente eso: un batallador que se da mañas en la ciudad de los sueños. Uno que ya hizo historia.



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