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Un desafío feminista para el presente: enfrentar la violencia política y el statu quo

En redes sociales, las destinatarias de los ataques de las cuentas bots son mujeres, jóvenes y políticas feministas. Funcionarias que aplican la perspectiva de género en sus decisiones de gestión. Sucede en España pero también en Argentina.

4 de diciembre de 2022

Por Agustina Pozzo

Los teóricos de los contratos sociales existentes desde el inicio de la Revolución Francesa hasta la conformación de las democracias modernas siempre mencionaron a la violencia como un concepto inherente a lo político. Sin embargo, el mundo pospandémico trajo consigo de vuelta discursos violentos en términos de debates parlamentarios y judicialización de la política como no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial. Hay un patrón que se repite: la dirección de esos lenguajes hacia las mujeres y las diversidades.

"Quiero solicitar que se incorpore al diario de sesiones la violencia política que se está ejerciendo en este momento en la sede de la soberanía popular para que no se borre, para que después de mí no venga ninguna, para que todo el mundo pueda recordar la violencia política y a quienes la ejercen. Y también para que se pueda saber que las feministas y las demócratas somos más". Las palabras son de la ministra de Igualdad de España, Irene Montero, en el parlamento de su país hace pocas semanas en un momento en el que el mundo gira hacia la derecha con discursos de odio y lenguajes discriminatorios. Y toda esta nueva oleada de sentidos conservadores, racistas, en algún punto pro-mercado y capitalismo corporativo, tienen un gran inicio político, que es la asunción de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos en 2017, y su retirada en enero del año pasado con 75 millones de votos a favor.

El ataque al movimiento feminista no es una novedad: se trata de la estigmatización hacia quienes plantean una reactualización de los contratos sociales en los progresismos contemporáneos que se establecieron en las democracias luego de la caída del muro de Berlín. ¿Por qué ahora? ¿Es casual que el conservadurismo político y cultural cobre mucha más fuerza? Es indispensable pensar en el aumento de la circulación de la información en sintonía con este fenómeno. El Digital News Report 2022 de Reuters sobre el consumo de información entre la Generación Z y los milenials destacó que el 78 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 24 años accede a noticias a través de redes sociales.

En redes sociales, los blanco de ataques de las cuentas bots son mujeres, jóvenes y políticas feministas. Funcionarias que aplican la perspectiva de género en sus decisiones de gestión. Sucede en España pero también en Argentina. Semanas antes de que la ministra Montero vuelva a su país, visitó a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en su despacho del Senado. Lo hizo en el marco de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por CEPAL y ONU Mujeres, el único encuentro a nivel mundial que reúne países de una misma región para debatir agendas de género y lineamientos de cooperación entre los Estados. La visita se inscribe en el contexto del juicio que enfrenta la vicepresidenta mediáticamente conocido como "Vialidad", que desde la transmisión de su derecho a defensa a través de YouTube el 23 de agosto desencadenó una serie de hechos de violencia política en su contra, avalado por los principales dirigentes de la oposición: el punto máxime de lo ocurrido fue el intento de asesinato de CFK en la puerta de su casa por parte de un grupo político que participó de manifestaciones durante los meses de aislamiento con elementos como guillotinas, horcas y bolsas mortuorias con la cara de referentas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

En Argentina, el movimiento feminista se inscribe en el movimiento por los derechos humanos y tiene años de lucha: académicas, investigadoras, militantes, madres protectoras, organizaciones sociales, culturales, artistas, profesionales. Mujeres de a pie y de grandes lujos, las que revuelven las ollas en los barrios populares y las que viajan al exterior. Se trata de un espacio transversal e interseccional que plantea la necesidad de revisar todo el maldito sistema, diría Lisa, que reproduce prácticas discriminatorias y nos posiciona a nosotras, las mujeres, y también al colectivo LGBTIQ más y todas las identidades que allí se identifican, en un lugar de desigualdad en los aspectos más importantes de las democracias: el de la economía política.

En momentos de crisis, como el que atraviesa hoy el mundo y particularmente la región latinoamericana, en donde según datos de la CEPAL el 40 por ciento de la población está por debajo de la línea de la pobreza, el movimiento feminista realza las voces de aquellas mujeres, las que más sufren las consecuencias económicas de las deudas y psicológicas y de salud respecto a la pandemia. No es casual que los discursos que incitan a la violencia política nazcan en un momento histórico como el de hoy. Será tarea de los parlamentos, los marcos normativos, el sistema educativo en su conjunto y la responsabilidad de los medios de comunicación y la digitalización buscar soluciones para ponerle un freno a esta aceleración social de defensa bajo cualquier costo, incluso el de ejercer la violencia política, del propio metro cuadrado.

Esta semana otra escena en el parlamento argentino nos alarmó: los diputados de la oposición Fernando Iglesias y Cristian Ritondo, muy presentes en redes sociales y conocidos por discriminar jóvenes políticas en Twitter, agredieron con gestos misóginos y gritos de odio a la presidenta de la Cámara Baja, Cecilia Moreau. Dos funcionarios que se destacan por su agresión y su vínculo de destrato con figuras femeninas dentro de la política. Pero también hay que decirlo: mientras gritaban e insultaban estuvieron arengados por sus compañeras de bancada que también golpeaban las bancas y se mostraban enojadas.

En momentos de creciente violencia política, aclarar lo obvio no es tan obvio. La condición del feminismo nos enseña que no todas las mujeres son feministas ni que para ser feminista es necesario mostrarse buena y bondadosa con todo el mundo. Se trata de adoptar banderas bajo una perspectiva inclusiva, de justicia social y ampliación del horizonte de los derechos humanos. En "Las estructuras elementales de la violencia", la antropóloga y académica feminista Rita Segato destaca la importancia de entender que la violencia política es parte de un mandato que responde a órdenes del status quo, vinculados con la condición racial, de clase, entre naciones y religiones, y reproducen ciclos regulares de la restauración del poder. Siempre se trata del poder.

Segato asegura que la concepción de la violencia en el siglo XX arrojó nuevos sentidos influenciados por el feminismo y y los derechos humanos. "La vulnerabilidad a la violencia moral y al maltrato psicológico por parte de los subordinados en un sistema de estatus -las mujeres y los niños- pasó a ser asociada con el menoscabo del ejercicio independiente de la voluntad y con la libertad de elección". Las mujeres feministas, que vienen ocupando mayores espacios en la esfera pública y particularmente en la política, ejerciendo su voluntad y su elección de estar allí, reciben el maltrato y la violencia por parte de los sectores interesados en conservar la distribución del poder asignada por las corporaciones económicas y mediáticas.

Podemos pensar entonces que el gran desafío que enfrenta el feminismo en su articulación con la política es explicar qué viene a buscar y hacer, condenando la violencia política desde el abordaje interdisciplinario que es necesario para pensar sociedades más justas, de más cuidados igualitarios, en donde el poder no esté en unas pocas manos, el gran conflicto que la pandemia nos dejó.

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