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Por un ejercicio feminista del poder

Es tiempo de que la Justicia en Argentina esté atravesada por la perspectiva de género. La clave feminista frente al juicio político a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia en el país tiene un rol preponderante, trascendental y necesario, que es la forma no masculina del ejercicio del poder.

28 de marzo de 2023

Aplicar la perspectiva de género en la justicia no implica necesariamente diseñar fueros específicos, por el contrario, significa leer con matriz feminista todas las ramas del derecho. Desde la penal hasta la familiar. Las denuncias por violencia de género son un solo indicador, tal vez el más grave, de como muchos jueces y juezas que deciden sobre nuestras vidas eligen postergar lo impostergable, minimizan los reclamos con argumentos arcaicos, pero más presentes que nunca en una sociedad que continúa sin condenar los discursos que incitan al odio y a la violencia como mecanismos legítimos de debate político.

Un comité de la OEA sobre la Convención de Belém Do Pará llegó al país para investigar el intento de femi-magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, un hecho de extrema gravedad de género que intenta ubicar en el lugar de la víctima a una funcionaria que fue la primera presidenta mujer de la historia de Argentina elegida por el voto popular con un simple objetivo: el de volverla vulnerable a cualquier precio.

Pero no es algo nuevo, lo que le ocurrió a Cristina en la puerta de su casa tiene un antecedente claro en lo que le ocurrió a las primeras legisladoras peronistas con el golpe de 1955: fueron apartadas de sus cargos, confiscados sus bienes, eliminadas sus historias y proyectos de todo registro público. Por las que María Eva Duarte de Perón luchó y acompañó en su pensamiento que abrazaba a los sectores más desprotegidos.

Hoy las mujeres estamos en otra instancia de debates. La clave feminista frente al juicio político tiene un rol preponderante, trascendental y necesario: es la forma no masculina del ejercicio del poder. Ese que incluye en su estructura de pensamiento la posibilidad de la eliminación del adversario en clave de competencia.

El feminismo nos propone redes de trabajo, nos avisa que si estamos juntas somos más fuertes. Una fortaleza que no tiene que ver con lo visual ni lo corporal, sino con la trascendencia de nuestras ideas. Visualizar que en todas las estructuras de poder aún florece una forma masculina del ejercicio del poder es la clave para entender que toda lucha por volver más justo un trabajo, un hogar, un vínculo es una lucha por construir una sociedad más igualitaria. Y más feliz.

La antropóloga argentina Rita Segato, quien argumenta que desde la burocracia es imposible el ejercicio del feminismo, también sostiene algo muy interesante: que el problema del siglo XXI es el dueñismo. Las mujeres no podemos ser dueñas, porque históricamente ese lugar estuvo reservado para los hombres. El poder y ese concepto se vinculan de manera intrínseca: las principales críticas a Cristina van desde las marcas de ropa que utiliza hasta cómo desempeña su maternidad. Parece no estar en condiciones de ser dueña de nada, incluso de su propia vida.

Ante el negacionismo hacia el feminismo y su potencia transformadora, la exigencia de tener mujeres políticas feministas en espacios de poder es una manera de decir presente, de terminar con la lógica del dueñismo. Y aprender a separar a aquellas mujeres e identidades todas que no ejerzan el poder de manera feminista, aquellas que siempre dependen de la aprobación de una masculinidad para decir, pensar y hacer. El ejercicio del poder, político y judicial, debe considerar que estamos en desventaja y no colocarnos en el lugar de la víctima, sino otorgarnos las mismas posibilidades y las mismas críticas.


Fuente Palabras del Derecho


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